Muerto el perro, la rabia sigue ahí: las minas cerradas siguen emitiendo millones de toneladas de metano

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No, el refranero no siempre acierta. Lo está demostrando por desgracia el carbón. En España y el resto de Europa llevamos años aplicando medidas para desengancharnos del “oro negro” y reducir nuestras emisiones contaminantes. El problema es que, al menos en este caso, no funciona aquello de “muerto el perro, se acabó la rabia”. Las minas, incluso las finiquitadas y abandonadas, pueden suponer aún un quebradero de cabeza medioambiental durante décadas.

Aunque estén cerradas, sin grúas, operarios y palas excavadoras, en ocasiones las explotaciones mineras siguen liberando un gas con un impacto grave en la atmósfera: el metano.

Adiós al carbón… Europa y España por extensión quieren dejar el carbón. Y si bien el proceso se ha visto marcado por factores como la guerra de Ucrania o la crisis energética de finales de 2021, lo cierto es que pasos se han dado en esa dirección para alcanzar el objetivo de cero emisiones netas de gases de efecto invernadero en 2050. En enero de 2019 España decía adiós a sus últimos 26 yacimientos y a mediados de 2020 iniciaba la desconexión de siete centrales térmicas.

Medidas similares se han dado en otros países como Bélgica, Austria, Suecia, Portugal o Francia e incluso más allá, como Estados Unidos o China, donde el sector asegura que se clausuraron cerca de 2.800 minas solo entre 2012 y 2017. El objetivo en España y el conjunto de la Unión Europea es seguir avanzando hacia la descarbonización. Hasta hace unos años las centrales térmicas estaban detrás de alrededor del 15% de todos los gases de efecto invernadero generados en el país.

…Pero no al metano. Anunciar su cierre, clavar un cartel prohibiendo el paso y plantar una valla en la pista de acceso quizás sea suficiente para considerar una mina liquidada. No para borrar su huella en el medio ambiente. Incluso “muertas”, las explotaciones abandonadas pueden seguir liberando metano (CH4), uno de los gases que amenazan con cambiar de forma drástica nuestro clima.

Mientras las minas están activas el gas se filtra a través de drenajes y sistemas de ventilación, pero una vez clausuradas no es extraño que el flujo se mantenga a través de respiraderos, tuberías, perforaciones o fisuras. La Agencia de Protección Medioambiental de EEUU (EPA) explica que entre las miles de minas abandonadas en su país ha identificado 400 que se considera «gaseosas».

¿Es grave el problema? Los estudios desde luego invitan a tomárselo con seriedad. Según los cálculos de la agencia estadounidense, las fugas de CH4 asociadas con la minería del carbón y las explotaciones abandonadas representaban en 2019 alrededor del 8% de las emisiones globales de metano registradas en EEUU. «Fue el quinto sector emisor más grande», detalla.

Los porcentajes de la EPA incluso podrían quedarse cortos. Gracias al uso de satélites en Australia han identificado una mina que emite el 20% de las emisiones de metano del conjunto del país. Curiosamente, la explotación aporta apenas el 1% de la producción nacional del «oro negro».

Un impacto subestimado. Eso es al menos lo que ha concluido un grupo de expertos en la materia, entre los que se incluye la EPA. En marzo la agencia norteamericana y el Laboratorio del Noroeste del Pacífico, entre otras instituciones, publicaron un estudio que señala que las emisiones de metano de las minas de carbón son alrededor de un 20% más altas de lo que se creía inicialmente.

¿Cómo es posible semejante desfase? En su análisis, presentado durante la reunión anual de la Unión Geofísica Estadounidense, se señalan dos grandes factores que deberíamos tener en cuenta: el CH4 que no se ha contabilizado hasta ahora y siguen liberando miles de minas abandonadas y el aumento del propio gas a medida que se alcanzan vetas de carbón cada vez más profundas.

El metano, el enemigo discreto. Quizás no sea tan conocido como el dióxido de carbono, no genere tantas discusiones ni se cuele con la misma frecuencia en el debate medioambiental, pero el metano es clave en la lucha contra el calentamiento global. El Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) lo relaciona con entre el 30 y 50% del aumento de temperaturas en EEUU y Bruselas ya se ha fijado el objetivo de limitar un 30% las emisiones en una década.

«El metano en las minas representa un riesgo para la seguridad debido a su explosividad cuando se mezcla con el aire. También es un gas de efecto invernadero que supera en más de 25 veces la potencia del dióxido de carbono durante un período de 100 años», advierte la EPA.

Gráfico de United States Environmental Protection Agency (EPA) con las emisiones de metano por sectores en 2019 en EEUU. La minería del carbón y las explotaciones abandonadas representaron alrededor del 8 %.

¿Un problema o una oportunidad? El refrán que sí parece haber acertado en esta ocasión es el que asegura que toda crisis esconde una oportunidad. ¿Podría aprovecharse ese metano liberado por las minas abandonadas para generar energía? ¿Y ayudaría eso a reducir la huella de CO2? ¿No es el metano, al fin y al cabo, el componente principal del gas natural? A nivel internacional hay iniciativas ya que exploran ese camino para sacar partido al metano de las minas cerradas.

En Francia la compañía Française de l´Energie (FDE) está capturando el CH4 que desprende una vieja explotación de Avion, al norte del país, para generar calor y electricidad. “No necesita ninguna instalación subterránea, simplemente sellar el antiguo cabezal del pozo, conectarlo a la tubería, filtrar el gas e inyectarlo en la red”, detalla el fundador de la empresa, Julian Moulin, a Bloomberg.

Medidas similares se encuentran en otros puntos de Francia, Bélgica o Reino Unido. En Estados Unidos, EPA plantea también soluciones similares y recuerda el provecho que se puede sacar del CH4 para la generación de energía y calor o las ventas a sistemas de gasoductos.

De villano a héroe. Quizás lo más interesante de iniciativas como la de FDE es que permiten reconvertir al metano de villano a héroe. En vez de actuar como gas de efecto invernadero, ayuda a obtener energía que generaría una importante huella de dióxido de carbono si se produjera por los métodos tradicionales. La compañía gala calcula que gracias a sus instalaciones de Béthune genera un suministro de gas que proporciona electricidad a 22.000 personas y los residentes han recortado su factura energética un 20% y su emisión de gases de efecto invernadero en un 35%.

Las autoridades estiman que si se echase mano de métodos tradicionales obtener la energía generada por FDE exigiría «abonar» una factura medioambiental de cerca de un millón de toneladas adicionales de CO2. Sacar partido del metano de las minas abandonadas a través de su canalización y filtrado contribuye además a resolver el problema de qué hacer con esas bolsas de CH4. Otras opciones, como inundar las explotaciones o sellarla, pueden conllevar riesgos importantes.

Imágenes | Malcolm Kratz (Flickr), Albert Hyseni (Unsplash) y EPA


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Muerto el perro, la rabia sigue ahí: las minas cerradas siguen emitiendo millones de toneladas de metano

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Carlos Prego

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