En el futuro hasta las carreteras estarán conectadas por 5G. Y será gracias una startup española: Sateliot

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Es muy posible que en los próximos años usted, querido lector, acabe usando los servicios de Sateliot, una startup catalana, aunque quizás ni siquiera sea consciente de ello. Ocurrirá cuando intente usar su teléfono móvil en un lugar remoto, hasta ese momento sin cobertura, pero que mágicamente ya la tenga pese a no atisbar una sola antena en muchos kilómetros a la redonda. Y será gracias a que su operadora, en algún momento de esta década, habrá anunciado cobertura de voz y datos en el 100% del territorio español gracias a un acuerdo con esta startup, que planea ofrecer roaming satelital directamente a las telecos (y no solo a las telecos) gracias a su constelación de baja órbita.

Esta startup, creada a finales de 2018 por antiguos empleados de Eurona que querían aprovechar el conocimiento acumulado en el sector de las telecomunicaciones satelitales, está orientada al negocio con otras empresas, aunque su impacto también pueda llegar al consumidor final. Su nombre ya es una declaración de intenciones: ‘satélite’… más ‘IoT’ (Internet of Things, Internet de las Cosas), en referencia a su principal objetivo comercial: la conectividad de pequeños objetos. Allá donde estén.

500 kilómetros

Su nacimiento no ocurrió de forma casual, sino aprovechando que por primera vez, un estándar móvil, el 5G, se definía con extensión al espacio. O dicho de otro modo, el 5G también está pensado para conectarte por satélite, no solo por antenas terrestres. Los satélites de baja órbita pueden hacer de apoyo para su cobertura, y ahí decidió entrar Sateliot, aprovechando una tormenta perfecta: el primer estándar móvil con posibilidad satelital, una tecnología válida para este fin, una industria móvil sobre la que añadir una parte no-terrestre, y lanzadores asequibles para enviar estos satélites al espacio.

La cobertura satelital no está pensada para ser usada dentro de las ciudades. Los satélites son muy buenos en cobertura, pero malos en capacidad, al contrario que las antenas móviles, sobre todo las de las generaciones más recientes. Mientras que con el 2G servían cinco celdas para cubrir una gran ciudad por completo, el paso al 3G multiplicó por cien las antenas necesarias. El salto al 4G volvió a multiplicarlas por diez. Y con el 5G también habrá crecimiento para hacerlas mejores en zonas densas. Para las zonas no densas es donde entra en juego el satélite. Concretamente, la constelación a 500 kilómetros de distancia de la Tierra, en contraposición a los 36.000 kilómetros a los que orbitan los satélites tradicionales.

Estos lanzamientos son posibles hoy en día, pero hace unos pocos años no eran viables. Si ahora lo son es porque existen los mencionados lanzadores asequibles, como Soyuz o SpaceX, que venden su excedente de carga a empresas como Sateliot. Antes, ese excedente (pongamos por caso, 300 kilos que quedaban libres de lanzamientos de 1.800 kilos de capacidad) se rellenaban con pesos, ya que no tenía sentido recalcular las cargas y distribuciones para diferentes pesajes.

Un estándar 5G que abre la posibilidad de conectividad satelital y los lanzamientos satelitales asequibles del excedente de cargas de los cohetes, la combinación que ha hecho posible una iniciativa así

Ahora es común la venta de ese espacio remanente. Incluso son satélites programables: cuando uno pasa por encima de una antena de alta capacidad es posible actualizar su radio, como una actualización de software. La empresa mira qué lanzamientos se hacen en el mes que le interesa, y se determina quién ofrece mejor precio y probabilidad de éxito. El primer satélite de Sateliot fue lanzado desde Baikonur (Kazajistán) a bordo de un Soyuz.

«El satélite se comporta como una estación base que se conecta directamente con los equipos», explica Jaume Sanpera, CEO de Sateliot. «Desde las bases hasta tierra, todo es tecnología propietaria. Pero en tierra hay un core igualito que el de los operadores móviles. De esa forma, los operadores pueden conectarse a él haciendo roaming. Exactamente igual que cuando vas a Francia, y aunque seas de Movistar, puedes lograr conexión gracias a Orange Francia; un cliente de una operadora podrá usar nuestra conectividad si su operadora contrata nuestro roaming». Una idea que será viable, según los lanzamientos planeados, hacia mitad de década, y para la que ya hay conversaciones abiertas.

Definición de «en tiempo real»

No obstante, el negocio del roaming de las operadoras para clientes particulares no es el principal objetivo de Sateliot, que antepone el negocio del Internet de las Cosas en varios ámbitos. Por ejemplo, el agrícola, que por su propia naturaleza no requiere una conexión tan continuada. Aquí es donde entra en juego la definición de cobertura «en tiempo real» en función del sector al que se apunte.

Un solo satélite ya supone cobertura global… pero solo dos veces al día en un punto concreto del planeta. A medida que se van añadiendo satélites y planos orbitales, se reduce el tiempo entre que llega un satélite y aparece el siguiente.

Un usuario particular requiere conectividad continuada, pero usos del Internet de las Cosas, como el agrícola o el ganadero, tiene una definición de «tiempo real» distinta, y puede ser más que suficiente con cuatro conexiones al día. Las necesarias para enviar mensajes con la actualización del estado de un cultivo, de las precipitaciones o del movimiento del ganado. Información que puede aumentar el rendimiento «hasta entre un 20% y un 40% en forma de reducción de consumo de agua, de fertilizantes, etc», según Sanpera.

Uno de los primeros casos prácticos de Sateliot, aunque demostrador, no comercial, es el de una carretera que cruza Nuevo México y va equipada con sensores que detectan las grandes tormentas de arena. A partir de cierto nivel, esos sensores envían una señal satelital que indica si se ha llegado al límite que deriva en corte de la carretera.

Esos usos, al igual que los de logística marítima (que Sateliot cifra en un mensaje cada dos horas para registrar la posición), serán los primeros en ser comercializados a lo largo de los próximos meses, cuando será lanzado el segundo satélite. La idea es tener la primera constelación comercial en 2023, y 256 satélites en 2025. Eso es, según la empresa, «lo que llamamos casi tiempo real». Después, el objetivo es llegar hasta los 500 satélites unos años más adelante. Entonces ya será viable dar conectividad global a clientes de operadoras, puesto que ya habrá una estabilidad suficiente para dar señal en todo el planeta de forma simultánea.

Negocio

Preguntado Sanpera sobre qué impide a las operadoras desarrollar sus propias redes satelitales y evitar pagar un sobrecoste a un intermediario, responde que «lo primero es que sus accionistas se lo impiden». Y recordamos cómo últimamente algunas operadores han recibido presión incluso para vender sus propias torres de telecomunicaciones. Torres que sirven íntegramente para sus negocios nacionales. Los satélites, globales por definición, tienen menos sentido en operadoras que en el mejor de los casos trabajan en unos pocos países.

«El primer operador mundial por facturación es Verizon, que solo está en Estados Unidos. Su cuota de mercado es del 5% mundial. No necesitarían una cobertura satelital que estarían desperdiciendo continuamente», explica el CEO. «Estamos en contacto con sesenta operadores de todo el mundo y ninguno nos ha dicho que esto no le interesa o que ya lo tiene solventado. Les daremos cobertura global y ellos tendrán que afrontar cero euros de inversión inicial».

Tras los cero euros de inversión inicial llegarían los pagos de las facturas mensuales, que Sanpera cifra en unos pocos euros, o menos de un euro, algo típico de la conectividad de objetos, donde el precio por «cliente» es muy inferior al de las líneas de voz y datos de los particulares y se juega con una gran escala para poder hacer negocio. Starlink, ejemplo opuesto, sí apunta a clientes finales con facturas mensuales de 100 euros y 500 euros de coste inicial del equipo, y así y todo se vende a pérdidas, pues su coste es muy superior, para poder ganar una base de clientes que rentabilizar con las facturas mensuales.

En 2021 facturaron medio millón de euros por parte de proyectos pilotos. «Los cobramos pese a ser pilotos porque nos gusta el compromiso, y eso significa pagar unas horas mínimas para asegurarnos de que la otra parte está realmente interesada en nuestra actividad», explica Sanpera. Para 2022 proyectan llegar a 15 millones de euros. Para 2025, 1.000 millones de euros facturados.

A principios de este año cerraron una ampliación de capital por diez millones de euros, entre cuyos participantes están dos pesos pesados del sector como Cellnex e Indra, operador de infraestructuras y socio tecnológico respectivamente. Este último, también en vista a poder llegar a ciertos sectores estratégicos donde resulta mucho más fácil entrar si es de la mano de un actor establecido.


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En el futuro hasta las carreteras estarán conectadas por 5G. Y será gracias una startup española: Sateliot

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por
Javier Lacort

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