Salvo por el acento y la letra final, los apellidos son similares, pero el parecido entre ambos no debe confundirnos. Hay grandes diferencias entre Hugo Chávez, el extinto presidente de Venezuela, y Rodrigo Chaves, el recién electo presidente de Costa Rica.
Nacido en el 1961, el nuevo mandatario costarricense es un economista que se distingue por su celo fiscal. Su enfoque a ese respecto sigue los lineamientos tradicionales, compuestos por medidas para reducir los gastos estatales y aumentar las recaudaciones de impuestos. Dado el elevado nivel de la deuda pública del país, superior al 75% del PIB, la condición de las finanzas públicas figuró como un tema significativo durante la campaña electoral.
La lucha contra la corrupción fue un punto central de sus propuestas electorales. A ese respecto, aunque el alto endeudamiento ha sido atribuido en parte a esas prácticas administrativas corruptas, es también el resultado de generosos programas sociales en beneficio de amplios sectores de la población. Visto desde ese ángulo, el costo del bienestar y la paz social terminó deteriorando la situación fiscal.
La trayectoria profesional de Chaves lo llevó a ser funcionario del Banco Mundial, asignado como jefe de la oficina en Indonesia. Después de casi 30 años, renunció en el 2019 para ocupar el ministerio de Hacienda en Costa Rica, cargo en el que permaneció por sólo unos meses. Su carrera en el banco se vio empañada por acusaciones de acoso sexual a dos de sus subalternas y, según reportes del Wall Street Journal, maltrato al personal de la oficina. El banco le limitó sus atribuciones.
Junto con Costa Rica y Panamá, nuestro país ha conformado un grupo de tres naciones que presenta posiciones comunes en los foros internacionales. Ese tipo de colaboración suele depender mucho de las relaciones personales entre los jefes de estado, por lo que su continuidad estará condicionada al desarrollo de los vínculos con Chaves. No se anticipan dificultades en ese sentido.