El primer juego de la serie final entre los eternos rivales Tigres del Licey vs Leones del Escogido, demostró una vez más lo difícil que es acertar en un pronóstico.

Ese score de 4×3 en 14 innings “tumbó” a los que se lanzaron a más y se llevó también a los que marcaron de favorito el Escogido a juego.

Tiburcio, el vendedor de frutas de mi sector, los buenos días que me dio fue “esto si es difícil Talúa” y me mostró unos cinco tickets cuyo destino era el de la basura.

Me pidió la opinión sobre el segundo juego y le respondí que era de un pronóstico reservado, ya que el box-score me dejó bronco con ese 15-0 de Junior Caminero, Jean Segura y José Siri.

El economista Gregory Santana, que descanse en paz, decía que de “pelota y de gallos nadie sabía nada”.

El béisbol es un juego de fracasos y eso también es cierto en lo que respecta a las predicciones.

Gracias a la televisión disfrutamos de los juegos de las Grandes Ligas, como del béisbol otoño-invernal y que al reunir decenas de informaciones nos da el derecho de sentenciar resultados, como si fuésemos profesores de Astrología.

Durante más de cinco décadas ligado a este apasionante mundo, sabemos lo que se necesita para crear la mentalidad adecuada en nuestros jugadores para ayudarlos a comprender cómo responder, no así para acertar en su actuación.

Debemos establecer nuestras expectativas en ser comedidos en los juicios, abundar en la filosofía del juego y no tomar ciertos postulados sabermétricos como bueno y válido para clasificar en alitas cortas a un jugador y a otros como los papaupas de la matica.

Debemos volver al béisbol de las expectativas y las comparaciones de manera constante y firme, sin vacilar ni hacer excepciones y estacionar los decretos de muertes y los insultos personales. Esto se aplica a todos los niveles del juego. Esto no significa que seamos demasiado serios.

De hecho, nuestra regla número uno es «Divertirse siempre». Muchas veces somos bastante tontos con estas expectativas, pero sabemos cómo trazar el límite y mantener un nivel de responsabilidad personal en nuestros jugadores. Es una danza que requiere una conciencia de las personalidades individuales y una conciencia de cómo llegar a cada uno de esos diferentes tipos de personalidades.

El béisbol de ayer no fue de superior calidad con relación al de hoy, pero los periodistas y cronistas deportivos se respetaban y valoraban al jugador y al fanático.