Israel y Estados Unidos afirmaron haber asestado “golpes decisivos” contra el programa nuclear iraní durante la reciente escalada bélica de doce días en Medio Oriente.
Sin embargo, las evaluaciones preliminares de inteligencia y los propios funcionarios estadounidenses admiten que los ataques a las instalaciones clave de Irán —Natanz, Fordow e Isfahan— provocaron “daños extremadamente graves”, pero no lograron desmantelar la capacidad de enriquecimiento de uranio del régimen islámico.
La operación “León Naciente”, lanzada por Israel el 12 de junio, fue seguida por la ofensiva estadounidense “Martillo de Medianoche”, que empleó bombarderos B-2 y misiles de precisión contra los principales sitios nucleares subterráneos de Irán.
Efectividad de los ataques
El presidente Donald Trump aseguró que estos ataques “borraron completamente” la infraestructura nuclear iraní, pero un informe de la Agencia de Inteligencia de Defensa de EE. UU. indicó que el programa solo se retrasó unos pocos meses.
Las instalaciones subterráneas de Fordow, clave en el enriquecimiento de uranio, resistieron las bombas GBU-57A/B, diseñadas específicamente para destruir estructuras fortificadas. Aunque los accesos fueron bloqueados, las salas internas —que albergarían miles de centrifugadoras avanzadas— no fueron destruidas, según fuentes citadas por The New York Times.
Tampoco está claro el paradero de las reservas de uranio enriquecido. El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) estima que Irán acumulaba más de 400 kilogramos de uranio al 60 %, suficiente para fabricar hasta nueve armas nucleares si se enriquece al nivel requerido para armamento.
Sin embargo, tras los bombardeos, la Agencia y funcionarios estadounidenses han reconocido que desconocen si Irán logró evacuar parte del material.
Trump aseguró que “cree” que el uranio seguía almacenado en Fordow al momento del ataque, pero imágenes satelitales previas revelaron camiones saliendo de la zona, lo que ha dado pie a sospechas de traslados a sitios no identificados.
A esto se suma que Irán suspendió la cooperación con el OIEA y ratificó su decisión de continuar con su programa nuclear, ignorando los llamados internacionales.
Según el director de la Agencia Iraní de Energía Atómica, Hamad Eslami, la producción no se detendrá: “Nuestro plan es no permitir ninguna interrupción en el proceso de producción y servicio”, afirmó. Irán sostiene que no busca desarrollar armas, pero sus acciones y la opacidad tras los bombardeos alimentan la preocupación global.
La tregua actual ofrece una pausa tras la devastación. Pero mientras los edificios pueden reconstruirse, la pregunta clave sigue abierta: ¿está Irán más cerca o más lejos de la bomba nuclear?