La historia de la madre de niña muerta en Los Guandules

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“A veces nos dormíamos sin cenar”, recordó entre lágrimas Cauri Coronado, madre de Emailing, la niña de 7 años que murió el pasado sábado presuntamente a manos de su propia tía. La mujer, de confianza para la familia, se la llevó desde Monte Plata a Santo Domingo con la promesa de darle “una mejor vida”.

Cauri atravesaba una situación económica difícil. Sin empleo, recién separada y con tres hijos bajo su cuidado, dependía de la ayuda de familiares para salir adelante.

Los dos más pequeños solían quedarse con sus respectivos padres o con parientes paternos, mientras ella permanecía en una pequeña casa rural de Peralvillo, Monte Plata, junto a su hija mayor, la misma que terminó perdiendo la vida.

El padre de Emailing había fallecido tiempo atrás.

La madre narró que jamás pensó que su tía —con quien tenía una buena relación y que prometió cuidar de su niña— pudiera hacer algo así.

En varias ocasiones, contó, su tía Yokeiry Coronado de la Cruz, de 33 años, mostraba gestos de apoyo hacia ellos.

“Cuando venía de la ciudad nos llamaba; si teníamos hambre, nos resolvía. Antes de irse siempre dejaba dinero para que comiéramos ese día. Nadie pensó… nadie creyó que ella iba a hacer eso”, lamentó.

Yokeiry enfrenta prisión preventiva junto a su pareja, Jeider Montero Medina, de 36 años, acusados de homicidio, actos de tortura y barbarie por el hecho en el que resultó muerta la niña.

La vida de Cauri

A pesar de su juventud, Cauri, de 21 años, ha enfrentado muchas vicisitudes. Dio a luz por primera vez a los 13 años, al año siguiente tuvo otra hija y a los 17 ya era madre de tres.

Se casó un par de veces, pero terminó regresando a la casa de su madre, quien la ayudaba con los niños.

En esa residencia, ubicada en La Cuaba, Monte Plata, fue donde la niña pasó la mayor parte de su vida.

Cuando su progenitora se casó nuevamente, tuvo que mudarse y enfrentar sola la crianza de sus hijos.

Sin recursos y con pocas opciones, confió en su tía para que cuidara a la niña. “Me sentía mal, pero tenía que echar pa’lante”, explicó.

Relató que solía llamar a su hija con frecuencia y siempre la encontraba bien. Sin embargo, ese sábado, mientras trabajaba en un mercadito —su reciente empleo— recibió una llamada inesperada: una prima de su tía le dijo que su hija había muerto, sin ofrecerle detalles.  

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