Los dominicanos se siguen aventurando en viajes irregulares a Puerto Rico en busca de oportunidades, a pesar de los naufragios y de la nueva política migratoria de los Estados Unidos.
Uno de los principales puertos de salida de la emigración irregular hasta la isla vecina es el municipio de Sabana de la Mar, ubicado en la provincia Hato Mayor, en la región este, donde desde hace décadas miles de dominicanos han partido en las llamadas ‘yolas’, pequeñas embarcaciones de madera o fibra.
«Desde los años ’80 (del siglo pasado) la migración hacia Puerto Rico ha sido la principal alternativa para buscar una mejor calidad de vida«, señaló a EFE Luis Carlos López, exregidor de Sabana de la Mar y coordinador regional nordeste del Ministerio de Medio Ambiente de la República Dominicana.
El pasado año, un total de 95 personas fallecieron en viajes irregulares desde la República Dominicana con destino a Puerto Rico, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Una salida ante la falta de oportunidades
Para López, la situación económica «es la raíz de este mal» que hace que hombres y mujeres de todas las edades quieran migrar en busca de una mejor vida.
Según el exregidor, hay personas que pagan incluso 5,000, 10,000 o incluso 20,000 dólares por un viaje.
«Toman préstamos bancarios, venden terrenos o casas, venden todo lo que tienen a su alcance para lograr migrar a Puerto Rico», dijo.
López participó en el rescate de uno de los naufragios más devastadores de las últimas décadas, ocurrido en febrero de 2012, en el que fallecieron más de 50 personas por el hundimiento de la barca en la que viajaban más de 70 personas con destino a Puerto Rico.
«Fue una situación muy triste, los familiares estaban desesperados tratando de identificar los cuerpos. Cuando llegábamos a la costa dejábamos a los cadáveres en la orilla de la playa donde estaba la Defensa Civil y los voluntarios, y teníamos que regresar otra vez con la lancha para dentro a seguir sacando más cadáveres. Fue algo muy desgarrador que no quisiera volver a vivir», recordó López.
Eugenio Reyes, también vecino de este municipio pesquero, participó en rescates de varios naufragios, incluida la tragedia del 2012 en la que él cree que hubo «más muertos» que no se pudieron contabilizar en el recuento oficial.
«Exhorto a la juventud a que se lo piensen antes de montarse en una ‘yola’ para irse», indicó Reyes, que también trató de llegar de manera irregular a la isla de Puerto Rico en 1997, cuando tenía 22 años.
Viajes afectados por la política migratoria de Trump
Por su parte, Alejandro De La Rosa, sabanalamarino de 34 años, aseguró haber intentado llegar a Puerto Rico, un estado asociado de Estados Unidos, en 11 ocasiones, en viajes que suelen tardar dos días en el mar.
«Es mejor ir a Puerto Rico que tratar de trabajar en otras partes de República Dominicana. Porque si sales de aquí para buscar una mejoría y tienes que pagar apartamento, a veces con el sueldo mínimo que pagan en este país, no alcanza«, indicó De La Rosa.
«Hay jóvenes que han llegado a Puerto Rico y han logrado algo, hay algunos que se han construido una casa aquí en poco tiempo desde que están allí», afirmó.
Desde la llegada en enero pasado de Donald Trump a la presidencia de los EE. UU., los viajes irregulares con destino a Puerto Rico se han visto afectados.
«Ahora, como está Trump, no se quiere ir nadie«, reconoció De La Rosa.
Por su parte, López también indicó que «las nuevas políticas del gobierno de Donald Trump han afectado significativamente» a Sabana de la Mar puesto que «las remesas son una de las principales fuentes de economía de este municipio».
Para López, un apasionado del municipio, gran parte de la solución para mejorar las condiciones de vida de la provincia pasa por mejorar las vías de acceso de Sabana de la Mar hacia el Parque Nacional de los Haitises para que puedan llegar más turistas.
«Cuando tengamos vías de acceso, Sabana de la Mar no va a tener suficientes hoteles ni restaurantes para dar respuesta a la gran cantidad de turistas que van a venir aquí».
EFE/ Pau Mompó Alberola