Probamos las Meta Ray-Ban Display antes de que lleguen a España: las gafas inteligentes más cómodas (y prometedoras) que he llevado

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Llevamos años oyendo que “las gafas inteligentes van a cambiarlo todo”. Y, sin embargo, siguen sin despegar. Lo intentó Google con sus míticas Glass hace más de una década y la cosa acabó en… dejémoslo en que acabó. Desde entonces, lo más parecido a unas gafas tecnológicas funcionales han sido o bien modelos para nichos profesionales o bien cascos aparatosos que uno no se pondría jamás para salir a la calle por la evidente incomodidad.

Pero algo está empezando a cambiar.

Cada vez más fabricantes están apostando por gafas que no parezcan de ciencia ficción, que se puedan llevar puestas con naturalidad, que, en definitiva, no da vergüenza ponérselas en público. El objetivo: convertirlas en el próximo wearable masivo, como lo fue en su momento el smartwatch.

Ahí están productos como las Xreal Air 2 Pro, que proyectan una pantalla gigante delante de tus ojos. O las TCL RayNeo X2, con funciones de traducción, cámara y pantalla integrada. Gigantes como Xiaomi o HUAWEI también siguen desarrollando su división enfocada a este tipo de dispositivo.

Pero, de momento, mucho ni siquiera salen del país donde se diseñan

Luego está Meta.

La compañía de Mark Zuckerberg ha conseguido elevar el hype —y, según todos los que las han probado, estar a la altura— con sus Ray-Ban Meta.

Este año ha subido la apuesta y ha dado un paso muy serio con las Meta Ray-Ban Display. Unas gafas con pantalla integrada, control por gestos, audio direccional y traducción en tiempo real. Lo mejor: parecen unas Ray-Ban normales. No llaman la atención. Y son comodísimas.

Esto contrasta claramente con la otra gran apuesta del sector: los visores tipo casco, como las Apple Vision Pro, las Meta Quest 3 o el futuro Project Mohan de Samsung. Dispositivos muy potentes, sí, pero poco prácticos fuera de casa. ¿Quién va a ir al supermercado con algo que te cubre media cara y pesa más de medio kilo?

Las gafas inteligentes ganan aquí la partida. Porque no se trata solo de tecnología, sino de integración en la vida cotidiana. El wearable del futuro no es solo el más avanzado, sino el que te olvidas que llevas puesto.

Durante una hora he podido probar las Meta Ray-Ban Display gracias a la empresa zaragozana DeuSens, que ha comprado en Estados Unidos una unidad y la ha traído a España, siendo uno de los primeros modelos que se ven en nuestro país.

Una hora no da para enamorarse (¿o sí?), pero seguro que te permite ver el potencial que un gadget puede tener. Y este producto sin duda lo tiene.

¿Y si el futuro de los wearables no es una pantalla en la muñeca ni un casco de ciencia ficción, sino algo tan cotidiano como unas gafas?

Un diseño que se lleva sin esfuerzo

Lo primero que impresiona es lo ligeras y cómodas que son. Ni aprietan, ni pesan, ni dan la sensación de que estés cargando con un cacharro. Parecen unas Ray-Ban normales… hasta que te das cuenta de que puedes pedirles que te hagan una foto, que reproduzcan música o que te digan a dónde ir, todo sin sacar el móvil.

Y cuando digo que no pesan, lo digo de verdad: con sus 69 gramos, son más ligeras que muchas gafas convencionales.

La muñequera que llevas en la mano detecta tus movimientos con una precisión sorprendente. Basta con hacer un pequeño gesto —una pinza con los dedos, deslizar hacia los lados o pellizcar para hacer zoom— y las gafas responden. Cuesta un poco al principio, pero se aprende rápido (y además tienen una app para practicar). Y tiene una ventaja frente a otros sistemas con gestos: no necesitas elevar constantemente el brazo para que responda a los comandos.

Meta ha hecho un buen trabajo aquí: estas gafas no parecen tecnológicas a simple vista, lo cual juega a su favor para la aceptación social y el uso diario. Y además no estorban ni pesan. Es como si no llevaras nada y ese es uno de sus principales puntos fuertes.

¿Una pantalla delante del ojo? Sí, pero discreta

El display es monocular, discreto y no molesta al campo de visión. Puedes ampliarlo con un gesto si lo necesitas, pero no esperes una pantalla flotante al estilo ciencia ficción. En exteriores se ve bastante bien, sobre todo porque el cristal se oscurece un poco. En interiores, sin embargo, pierde visibilidad si hay contraluz.

En mi opinión, basada en una prueba breve de una hora con ellas, funciona mejor como complemento de información contextual (notificaciones, mapas, traducción) que como una pantalla para leer o interactuar de forma prolongada. De momento.

Es decir: no vas a ver una película ahí, ni a leer un correo largo, pero para notificaciones, mapas o traducciones rápidas, funciona bien.

Control por gestos y voz: fácil de aprender, pero en inglés

Todo el sistema funciona en inglés. Desde los comandos de voz hasta la navegación por menús. Aun así, reconoce bien lo que dices y con un poco de práctica las órdenes fluyen. “OK, Meta, take a picture” y lo tienes: foto hecha. Lo mismo con los vídeos, Spotify o la navegación GPS.

Es decir, que por ahora no entiende español, lo cual limita el público potencial, aunque la traducción en tiempo real a través de la app de Meta compensa en parte esta barrera. Es una de las funciones más útiles: tú hablas en tu idioma, la otra persona en el suyo y la aplicación hace de intérprete en segundos, sin que el interlocutor necesite gafas. Eso sí: cuando la conversación se complica, con frases largas o expresiones informales, la IA se pierde. No es perfecto, pero la utilidad está ahí.

Sonido y llamadas: sobresaliente

El audio es uno de los grandes aciertos del dispositivo. Se escucha muy bien tanto en música como en llamadas y lo mejor es que solo tú oyes lo que suena: quienes están a tu alrededor no escuchan nada. Además, las gafas reconocen tu voz con precisión gracias a múltiples micrófonos y no se activan con comandos ajenos, lo que protege la privacidad.

También cuentan con un piloto luminoso que avisa cuando estás grabando, algo fundamental para no vulnerar la intimidad de otras personas.

No hace falta una cuenta americana (gracias, Meta)

A diferencia de otros dispositivos, como las Apple Vision Pro, no necesitas una cuenta de EE. UU. para usarlas. Se pueden configurar con una cuenta española sin problema. De hecho, en esta prueba estaban perfectamente operativas aquí, en Zaragoza, y conectadas a servicios como Spotify.

¿Y para qué sirven realmente?

Más allá del efecto wow inicial, la gran pregunta es: ¿para qué sirven estas gafas inteligentes?

La respuesta corta: para hacer muchas de las cosas que ya haces con el móvil, pero sin usar las manos. Y la larga: para integrar la tecnología en tu día a día de forma más natural, sin pantallas en la mano ni auriculares en la oreja. Porque lo interesante de las Meta Ray-Ban Display no es tanto lo que hacen ahora, sino lo que pueden llegar a hacer.

Durante la prueba ya he visto usos muy concretos: hacer fotos y vídeos sin sacar el móvil, recibir indicaciones para llegar a un destino mientras caminas, escuchar música o atender llamadas. Todo eso funciona ya, y funciona bien.

Pero el potencial va mucho más allá.

Imagínate poder recibir una notificación en pantalla de que se ha cancelado tu tren mientras estás en la estación, sin mirar el móvil. O estar en el supermercado y que las gafas te recuerden qué producto olvidaste meter en la lista. O que te llegue una llamada de trabajo y puedas contestarla con un gesto, sin dejar de empujar el carrito de tu criatura pequeña. Pequeñas cosas, sí. Pero son esas pequeñas cosas las que hacen que un wearable encaje de verdad en la rutina.

Y luego están los usos más profesionales: en formación, mantenimiento técnico, ventas, industria o logística, poder tener documentos, instrucciones o información contextual directamente en el campo de visión —sin ocupar las manos— es un salto enorme en eficiencia. Desde presentaciones de producto a pie de calle, hasta manuales interactivos en una fábrica, pasando por asistencia remota o traducción simultánea en una reunión internacional.

Eso sí, todavía hay cosas que faltan.

Por ejemplo, todo funciona en inglés. Y aunque lo hace bastante bien, si Meta quiere que esto llegue al gran público, necesita activar cuanto antes el soporte para otros idiomas, especialmente el español. También estaría bien poder ver lo que el usuario ve: ahora mismo no es posible grabar la vista desde el display (más allá de inventos con GoPro y soportes caseros), lo cual limita las posibilidades en creación de contenido o asistencia.

El sistema de reconocimiento de objetos (Live AI), que te permite preguntarle a las gafas qué estás viendo, de momento tiene más potencial que utilidad real. Las respuestas son básicas, muchas veces obvias, y no terminan de aportar valor en la práctica.

Y, por ahora, las aplicaciones disponibles son solo las del ecosistema Meta. Son muchas, sí, pero falta que se abra el desarrollo a terceros.

Ah, y el precio: de momento, rondan los 800 dólares y no se venden oficialmente en España. Son gafas para early adopters, no para todo el mundo. Pero si el precio baja —como suele pasar con la tecnología— y la experiencia se sigue puliendo, pueden convertirse en algo mucho más grande.

Aun con todo esto, la sensación general es positiva. Por fin unas gafas inteligentes que no parecen un prototipo ni un accesorio para llamar la atención. Por fin algo que puedes ponerte y sentir que encaja con tu rutina. No son perfectas, pero están mucho más cerca de lo que imaginaba.

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