En el béisbol, la revancha suele llegar en silencio. A veces basta un lanzamiento mal ubicado para alterar el curso de una Serie Mundial. Anoche, en Los Ángeles, quedó probado: Vladimir Guerrero Jr., el heredero del swing tropical y la paciencia aprendida, descifró a Shohei Ohtani en su segundo turno al bate del cuarto juego de la Serie Mundial y cambió la historia.
Su primer duelo fue una derrota personal. Ohtani lo había ponchado en el primer inning con una secuencia impecable: splitter bajo, recta al filo, sweeper cortante que lo hizo girar en falso. Vladi regresó al dugout mascullando algo entre los dientes, sin gestos ni drama. Sabía que habría otra oportunidad.
Llegó en el tercer inning, con dos outs y un corredor en base. Ohtani, que aún dominaba, le sirvió un sweeper a 85 millas por hora, un poco más alto de lo previsto. Guerrero leyó la rotación, adelantó el peso y soltó un swing limpio, exacto. La pelota salió despedida a 102.7 mph, con un ángulo de 25 grados, y viajó 395 pies hacia el jardín izquierdo-central antes de perderse entre los gritos de Toronto. Jonrón de dos carreras. De 0-1 a 2-1. De víctima a ejecutor.

Se quedó mirando la bola
- Ohtani se quedó mirando el vuelo de la bola sin moverse. Era la primera vez en toda la postemporada que le conectaban un cuadrangular. Vladi, por su parte, trotó sin estridencias, con el gesto del hombre que no celebra sino confirma.
Ese swing volteó el marcador y rompió el embrujo de un lanzador que parecía invulnerable. En el dugout canadiense, los bates repicaron contra las barandas y el ambiente cambió de temperatura. La serie, hasta entonces marcada por la tensión y el cansancio del maratónico Juego 3 de 18 entradas, tenía ahora un punto de inflexión: el hijo del inmortal de Montreal había cazado al fenómeno de Japón.
Guerrero Jr., que en septiembre cargó con críticas por una temporada irregular, encontró en ese lanzamiento otra redención. “Esperaba un sweeper, lo dejó un poquito alto”, explicó luego, con la calma del que ha aprendido a escuchar el juego más que a golpearlo.
El resto del encuentro lo consolidó Toronto con relevos milimétricos —incluido el veterano Chris Bassitt, otro héroe discreto—, pero el golpe de Vladi fue el que abrió la puerta.
En esta Serie Mundial, donde cada pitcheo suena a historia, Guerrero Jr. demostró que no hace falta saber japonés para entender a Ohtani. Basta con saber batear.


