Amazon se encuentra navegando un momento difícil. La compañía de Seattle ha celebrado una de sus citas más importantes del año en San Francisco para presentar sus dos nuevos avances tecnológicos: Blue Jay, un robot capaz de ejecutar diferentes tareas a la vez en un espacio reducido, y Project Eluna, una IA que puede predecir fallos y detectar cuellos de botella antes de que ocurran. Sin embargo, el evento ha estado empañado por la constante sombra que nos persigue desde que se ha disparado la implementación de la robótica y la inteligencia artificial en el entorno laboral: ¿la automatización nos va a quitar el trabajo?
La duda resurge en este preciso momento debido a una reciente filtración de The New York Times en la que se asegura, citando documentos internos de Amazon y entrevistas a personas relacionadas con el asunto, que los ejecutivos de la compañía creen que más de medio millón de empleos podrían eliminarse con el tiempo al reemplazar a los trabajadores de almacén por robots.
A este artículo se suma otro de Reuters aparecido este mismo lunes en el que se afirmaba que la compañía iba a prescindir de 30.000 empleos corporativos. Una cifra aparentemente ‘pequeña’ si se compara con los 1,55 millones de empleados totales de Amazon, pero que supone casi el 10 por ciento de su fuerza laboral corporativa —unas 350.000 personas—.
La empresa confirmó después que la reducción de la plantilla será de “aproximadamente 14.000 puestos” y que se esperan más recortes el próximo año, en una importante reestructuración impulsada en parte por la adopción de inteligencia artificial. Ahora sabemos, además, que de ese grueso de despidos un total de 1.200 serán en España. Amazon emplea a 28.000 personas en nuestro país.
La sombra de los robots y la IA quitándonos empleo
El miedo a la destrucción de fuerza laboral humana es un murmullo constante desde hace años que llena muchas portadas de periódicos. No obstante, no es simple amarillismo, sino un miedo razonable que incluso de cierta manera respalda el propio Tye Brady, director de tecnología de Amazon Robotics: “Queremos eliminar todos y cada uno de los trabajos triviales, mundanos y repetitivos”, declaraba con convicción en el evento de San Francisco.
Pero se trata de una frase con truco: Brady asegura que el objetivo es hacer desaparecer ese tipo de tareas, pero no a quien hasta ahora las ejecutaba. Los humanos no nos vamos a ninguna parte. Al menos en Amazon. O eso afirma el ‘jefe de los robots’ de la compañía.
Como director de tecnología de la división de robótica de Amazon desde hace más de una década, este experto —que tiene en su currículum haber trabajado para la NASA o ejercer como ingeniero de naves espaciales en el MIT— tiene clara una cosa: “No existe tal cosa como la automatización al 100%. Necesitas gente para entender cuándo falla algo, cómo falla y cómo arreglarlo”, nos decía en otra entrevista el año pasado en Nashville (EE. UU.).
En aquel evento, el anterior Delivering the Future en tierras estadounidenses, Amazon presentó su centro de distribución de última generación en Shreveport, Luisiana. Brady lo describía como “la materialización de la IA física” al tratarse de un espacio —equivalente a 55 campos de fútbol— en el que hay diez veces más robótica de la que tienen en cualquier otro edificio del mundo.
Automatizar así uno de sus centros ha supuesto que de media un pedido se procese un 25 por ciento más rápido, lo que también se traduce en ahorro económico, aproximadamente otro 25 por ciento. El director de tecnología de Amazon Robotics anunciaba la semana pasada en San Francisco que la compañía va a “transferir a los clientes” ese menor coste que permiten las eficiencias de su nueva base en Shreveport.
¿Toda esta magia en el centro de Luisiana la han hecho los robots? Probablemente con ánimo de calmar la tensión, Brady aclaraba que para que Shreveport funcione se han creado 2.500 puestos de trabajo “completamente nuevos”.
Cómo Amazon ha llegado a la ‘Era de los Robots’ y qué quiere hacer con ellos
He entrado en varios centros de almacenamiento, procesamiento y distribución de Amazon y el baile que allí hay de paquetes, personas y robots es casi hipnótico. Pero no se trata de una situación a la que la compañía haya llegado de la noche a la mañana.
En San Francisco, Brady relató con el habitual humor que le caracteriza su historia personal y cómo se había ido desarrollando su carrera profesional, la cual eligió convencido de que los robots podían ayudarnos “a ser más Jedi”. Anécdotas aparte, habló también de los inicios de Amazon, cuando a mediados de los años 90 un jovencísimo Jeff Bezos decidió ponerse a vender libros desde un garaje en Seattle. Tenía pocas herramientas tecnológicas, pero conforme tuvo éxito empezó a aplicar una forma muy rudimentaria de aprendizaje automático para intentar predecir qué quería comprar la gente en Internet.
El resto de la historia es ampliamente conocida y hoy por hoy Amazon tiene “la selección más grande del mundo de productos a bajo coste entregados directamente al cliente”. Y la ‘salsa secreta’ de los últimos años está en los robots, pero no en robots cualesquiera: robots colaborativos.
Amazon ha desarrollado, producido y desplegado más de un millón de robots en toda su red de operaciones, convirtiéndose en el mayor fabricante de robots móviles del mundo. Así es como el director de tecnología de la división de robótica de Amazon lo explica:
En lugar de mirar diez años hacia adelante [en alusión al artículo de The New York Times], permítanme llevarlos diez años atrás, cuando realmente empezamos a invertir en robótica. Y hemos visto muy claramente que podemos crear cientos de miles de nuevos puestos de trabajo. […] ¿Y cómo hacemos eso? En lugar de una estrategia de reemplazo, es una estrategia de aumento. Amplificas el potencial humano diseñando tus máquinas de una manera que la gente realmente quiera usarlas porque tienen una utilidad que hace su trabajo más fácil. Vamos a seguir haciendo eso.
El objetivo es tener “un sistema de personas y máquinas trabajando juntas, no personas contra máquinas” para “aumentar el potencial humano” y liberar a las personas empleadas “de lo trivial, lo mundano y lo repetitivo”.
Este mensaje no es nuevo. La compañía lleva años repitiéndolo y yo mismamente he podido escucharlo en los diferentes eventos a los que he asistido. De hecho, para hacerlo visual, Brady suele exponer el mismo ejemplo:
Podría llegar un palé de jarabe de arce y estar agrietado. Y ahora hay jarabe de arce goteando por todas partes. Y un robot quizás nunca haya visto jarabe de arce antes. Definitivamente no sabe que es pegajoso. No sabe que va a ser un desastre. Pero una persona es rápida cuando lo ve: «Oh, qué desastre». Somos realmente buenos en eso. Pero si un robot quiere moverlo, que lo mueva. Por favor, no necesito empujar 800 libras.
Otro caso de uso hace referencia a la memoria. En el centro de las instalaciones de Shreveport se encuentra Sequoia, un sistema de inventario multinivel de contenedores de última generación con capacidad para más de 30 millones de artículos. Es difícil que una persona pueda recordar dónde está cada uno o dónde debe ir. Para eso existe un “planificador maestro”. Otra automatización que es “un uso obvio para la maquinaria, para la robótica”.
“Esa es la combinación. Una sinfonía de personas y máquinas trabajando juntas. Nunca podremos ser reemplazados”, concluía el año pasado en Nashville el director de tecnología de Amazon Robotics, a pesar de que también deslizó con cierta contención un rotundo comentario sobre la inteligencia artificial: “Parece que mires donde mires hay alguna materialización de la IA involucrada”.
Es posible que todos estos mensajes sean algo contradictorios, pero en la mente de Brady las cosas están muy claras: “Si realmente estás utilizando la robótica de la manera correcta, debería brindarte utilidad. No piensas demasiado en el lavavajillas de tu cocina. Impresionante robot. Se mezcla con el fondo. Eso es utilidad, ¿verdad?”.
Una presentación ‘descafeinada’ de Blue Jay
Como ya he dicho, he saciado mi curiosidad entrando ‘hasta la cocina’ en muchos de los centros de operaciones de Amazon. Y, también como ya he dicho, ver cómo todo se mueve en ellos tiene algo de magia. Realmente puede respaldarse esa filosofía que Brady defiende una y otra vez de “personas y máquinas trabajando juntas, no personas contra máquinas”.
En el evento de San Francisco la compañía de Seattle nos contó las bondades de Blue Jay. Solo que, a diferencia de otras ocasiones —como con Vulcan en Dortmund el pasado mes de mayo—, no pudimos verlo en acción, a pesar de ser un sistema que ya se está probando en un centro de Amazon en Carolina del Sur (EE. UU.).
Ya fuera por prudencia ante la filtración de The New York Times o porque así estaba escrito el guión, Igor Pedan, uno de los responsables que ha liderado el proyecto de Blue Jay, solo nos explicó la teoría.
“Blue Jay integra múltiples brazos en un único sistema orquestado que puede recoger, almacenar y consolidar simultáneamente”, señalaba, destacando que puede haber hasta seis de estos en una celda de trabajo. Esto permite reducir “la huella”, es decir: acceder a edificios más pequeños porque no hace falta un despliegue tan grande de máquinas y robots.
Por ejemplo, en palabras de Pedan, “reduce la necesidad de cintas transportadoras entre las líneas de ensamblaje, lo que ocupa espacio valioso en los edificios”.
Se trata desde luego de un avance tremendo para la compañía, pero no es difícil ver dónde está el miedo a una maquinaria así. Sin embargo, Pedan —como Brady— también calmaba los ánimos: “Asume tareas repetitivas como la consolidación de paquetes, lo que permite a nuestros empleados de primera línea concentrarse en el trabajo que requiere juicio humano y creatividad y reduce la posible tensión y lesiones”. Estas, según Amazon, bajan de un 30 por cierto gracias a la automatización de sus centros.
Aquí entraría en juego también la gran inversión que la compañía declara haber hecho para proporcionar una formación más cualificada a su personal. En 2025 han sido unos 1.200 millones de dólares y al año alrededor de 700.000 personas empleadas se están beneficiando de estos programas.
La otra cara de la automatización
Aunque Amazon defiende que sus robots “reducen lesiones y mejoran la ergonomía”, los sindicatos y colectivos laborales advierten de un efecto colateral: la intensificación del ritmo de trabajo. Organizaciones como UNI Global Union sostienen que la integración de sistemas de IA en la gestión de almacenes ha servido para monitorizar cada movimiento de los empleados y ajustar objetivos de rendimiento en tiempo real.
El debate ya no es si los robots sustituirán a las personas, sino qué tipo de trabajos sobrevivirán. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) calcula que la IA afectará a uno de cada cinco empleos en la próxima década, pero que la mayoría de los cambios serán transformaciones parciales —redefinición de tareas y nuevas competencias— más que despidos masivos.
Amazon se mueve en una delgada línea entre el progreso tecnológico y la percepción pública. Su narrativa —la de una empresa que “aumenta” el trabajo humano en lugar de sustituirlo— resulta tan ambiciosa como necesaria en un contexto en el que cada nuevo avance despierta más escepticismo que entusiasmo. La automatización, dice la compañía, no destruye empleo, sino que lo transforma. Pero los datos y los recortes recientes evidencian que esa transformación no siempre significa más oportunidades, al menos no para todos.
El reto para Amazon, y para cualquier gigante tecnológico que automatice su fuerza laboral, será demostrar que detrás de cada robot hay un empleo digno y sostenible y no simplemente un ahorro de costes.


