Ya están en el país los aviones de EE. UU. para combatir el narco

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La presencia militar de Estados Unidos en el Caribe volvió a concentrar la atención regional ayer, tras confirmarse el sobrevuelo de aviones de combate en el Golfo de Venezuela y la llegada simultánea de seis aeronaves cisternas a República Dominicana. Ambos movimientos, aunque presentados como operaciones rutinarias, refuerzan la percepción de un despliegue aéreo sostenido en una zona de alta sensibilidad geopolítica.

Dos cazas F/A-18 Super Hornet de la Marina estadounidense realizaron un vuelo de patrullaje y entrenamiento en el Golfo de Venezuela, donde permanecieron cerca de 40 minutos ejecutando maniobras sobre aguas del área, a unos 160 kilómetros al noreste de Maracaibo.

La aplicación FlightRadar24 permitió determinar que los aviones llevaban los indicativos “RHINO11” y “RHINO12”, y sobrevolaron la zona adyacente a Curazao y la franja marítima frente al estado de Falcón. El despliegue coincidió con el reposicionamiento del portaaviones USS Gerald R. Ford en el Caribe.

De acuerdo con la versión estadounidense, la operación se desarrolló en espacio aéreo internacional y no tuvo carácter ofensivo. No obstante, la cercanía del sobrevuelo a la costa venezolana volvió a generar tensiones diplomáticas y reacciones políticas en Caracas.

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Uno de los seis aviones cisterna que se encuentran en el Aeropuerto Internacional de Las Américas. (DIARIO LIBRE/DANIA ACEVEDO)

El Ministerio de Defensa de Venezuela denunció el episodio como una provocación y afirmó que los aviones estadounidenses incurrieron en una “amenaza directa a la soberanía y la estabilidad regional”. Voceros oficiales señalaron que la Fuerza Armada Nacional Bolivariana mantuvo seguimiento de las aeronaves y reiteraron que el país no permitirá “acciones intimidatorias ni violaciones encubiertas de su espacio aéreo”. Como ha ocurrido en episodios similares, Caracas enmarcó el hecho dentro de lo que considera una política de presión militar y psicológica por parte de Washington.

En paralelo a este incidente, se confirmó la presencia en territorio dominicano de seis aviones cisterna KC-135 Stratotanker de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, que ya operan desde el Aeropuerto Internacional de Las Américas. Estas aeronaves, captadas por una fotógrafa de Diario Libre,  cumplen una función clave de reabastecimiento de combustible en vuelo, lo que permite a aviones de combate, patrullaje o vigilancia extender de manera significativa su autonomía y tiempo de operación sobre el Caribe.

Su despliegue en el Aeropuerto Internacional de las Americas ha sido acompañado por personal técnico, equipos de apoyo y una infraestructura logística temporal que confirma una operación planificada y de carácter sostenido.

Posición de RD

Las autoridades dominicanas han reiterado que la presencia de estas aeronaves se inscribe en los acuerdos de cooperación bilateral en materia de seguridad, con énfasis en la lucha contra el narcotráfico y el crimen transnacional. El Gobierno ha subrayado que el uso de instalaciones aeroportuarias dominicanas se realiza bajo supervisión y sin menoscabo de la soberanía nacional.

Sin embargo, para Venezuela, la coincidencia entre el despliegue de aviones cisterna en el país y los vuelos de combate en el Golfo refuerza la tesis de un cerco militar gradual en su entorno inmediato. Los KC-135 amplían de manera decisiva la capacidad de proyección aérea estadounidense, al permitir operaciones prolongadas y flexibles en un amplio radio del Caribe.

El Golfo de Venezuela, por su ubicación y cercanía a rutas marítimas clave, se mantiene como un punto especialmente sensible. Mientras Washington insiste en el carácter rutinario y defensivo de sus operaciones, Caracas advierte sobre el riesgo de escaladas innecesarias y ha llamado a la comunidad internacional a observar con atención una dinámica que, a su juicio, incrementa la tensión en una región marcada por  divisiones políticas.

Cambio en lucha antinarcótica

Desde la llegada de Luis Abinader al poder en 2020, emprendió lo que The Miami Herald describía ayer como una de las reformas antinarcóticos más ambiciosas del hemisferio.

En un periodo de cinco años, las autoridades triplicaron las incautaciones de drogas, desmantelaron redes criminales que durante décadas parecían intocables, modernizaron los marcos legales y los sistemas de vigilancia, y reforzaron las capacidades institucionales del Estado frente al crimen transnacional.

El cambio también se reflejó en la relación con Estados Unidos y Europa. Según el diario, una cooperación que antes era cautelosa e incluso marcada por la desconfianza, pasó a ser fluida y estratégica.

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