Es frecuente ver árboles de laurel caídos en calles y parques cuando ocurre un ventarrón, tormenta o huracán. Este árbol, el más común de la ciudad, es también uno de los más proclives a caerse debido a estos fenómenos.
Ayer, uno de gran tamaño derribado por las lluvias cayó sobre un vehículo en el que viajaban dos jóvenes, en la avenida Winston Churchill, las que debieron ser rescatadas por el Servicio Nacional de Emergencias 911.
¿Por qué se caen ‘tan fácil’ y por qué hay tantos en el Gran Santo Domingo?
El laurel (ficus benjamina) está catalogado como una especie de cuidado y manejo especial, escribe Marianna Szabó en Árboles de Santo Domingo (2010).
“Las raíces muy desarrolladas causan la ruptura de las aceras y de las tuberías subterráneas. Por su copa compacta puede ser fácilmente derribado por huracanes”, escribe Szabó en la publicación patrocinada por la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA), el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec) y el Ayuntamiento del Distrito Nacional (ADN).
Otra acción que provoca la caída de estos y otros árboles monumentales es la poda mal ejecutada, una mala práctica que altera el centro de gravedad de la planta y provoca que se incline y caiga.
POR TODOS LADOS
El laurel fue incluido dentro de los planes de desarrollo urbanístico iniciado en los años 30 del siglo pasado luego de la destrucción causada por el ciclón San Zenón.
Introducido desde la India, se eligió por ser de rápido crecimiento.
“Tres de los proyectos de arborización más importantes realizados en esta década representan hasta hoy unas de las imágenes más significativas de la ciudad: la hilera de palma cana del Malecón, la arboleda de robles rosados de la avenida Simón Bolívar y la hilera de laureles de la avenida Independencia”, resalta Szabó.
Con el paso del tiempo, el laurel se convirtió en una de las especies más populares, incluyendo su forma podada.
¿QUÉ HACER?
Aprobada en 2004, la Normativa del Arbolado Urbano establece cuáles especies son adecuadas para la ciudad y cuáles deberían evitarse.
En el caso del laurel, en su forma manejada Szabó recomienda ser sustituido por especies nativas de menor tamaño y de raíces menos agresivas como el arrayán (Eugenia monticola), el avellano criollo (Cordia sebestena) y el caimoní (Wallenia laurifolia).
Como otras especies de gran tamaño, no debe ser plantado en espacios estrechos o ser podado periódicamente “durante toda la existencia del árbol para limitar su desarrollo”, indica la autora.
Aunque se ha avanzado mucho en arbolado urbano desde la publicación del libro, siguen siendo abundantes las especies no adecuadas para la ciudad como el chachá, la acacia amarilla, la leucaena o lino criollo, la javilla extranjera y el nin.