El próximo miércoles 23 de Julio, las autoridades responsables han convocado a una reunión para ilustrar a los interesados en las modificaciones que se harán en la zona del Jardín Botánico Nacional Doctor Rafael M Moscoso y su posible impacto.
Mientras llega ese momento, razonemos sin radicalismos:
Es imposible que en 1976, cuando se inaugura el Jardín Botánico Nacional, alguien visualizara que 50 años después se haría imposible transitar por sus alrededores, menos aún que cientos de vehículos permanecerían constantemente emitiendo dióxido de carbono detenidos en frustrantes tapones. Esta variable se llama lo imprevisible.
Está científicamente comprobado que un vehículo de tamaño mediano, detenido pero encendido, consume medio galón de gasolina en una hora y a la par de ello expulsa 20 libras de dióxido de carbono a la atmósfera. Como si fuera poco, desgasta sus pistones y crea depósitos de líquidos en su motor por la falta de constante compresión, a esta variable la llamaremos contaminación y gasto adicional.
En adición a ello, obviamente la persona que está dentro de ese vehículo está perdiendo tiempo. ¿Deberíamos asignarle algún peso a esa espera?, Napoleón nos contesta: “Puedes pedirme cualquier cosa, menos tiempo”. Así pues, agreguemos otra variable, el tiempo.
Finalmente, y quisiera hacer énfasis en la próxima variable, el “Trafic Stress”, traducido al español “Estrés de tráfico”, una condición que hemos sufrido todos cuando los tapones nos arruinan citas, reuniones, etc., con una consecuencia que ya ha sido abordada por los estudiosos, un aumento en la violencia, especialmente la doméstica.
¿Pero por qué? Porque el destino final de muchas personas es llegar a su hogar en esas horas pico, y cuando finalmente lo logran, están frustradas por la experiencia, lo que desencadena violencia doméstica.
Así pues, más allá de pensar en temas medioambientales, los cuales el suscrito apoya, hay dos temas objeto de políticas públicas del Estado que confluyen aquí, el tránsito y la violencia doméstica, siendo ambas cosas objeto de permanente reclamo por la sociedad.
En conclusión, sin estar involucrado en el proyecto de marras y desconociendo certeramente su dimensión, nos encontramos con que, si no existe otra alternativa, no “tocar” el Jardín Botánico implicaría:
- Asumir erróneamente que la situación actual fue prevista.
- Más contaminación (¡lo que afecta al propio Jardín Botánico!).
- Más gasto económico en combustibles y reparaciones para los que transitan por esa zona, también para los usuarios del Jardín.
- Pérdida de tiempo (¿recuerdan a Napoleón?).
- Un incremento en la violencia, especialmente la doméstica.
Que el amor por nuestros recursos naturales no nuble nuestro pensamiento, escuchemos la propuesta y ponderemos las variables que tengan base.
Encontremos el equilibrio entre el Botánico y el uso de la razón.
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