El 21 de octubre no es una fecha cualquiera para los amantes del cine y la tecnología. Es el día en que Marty McFly y Doc Brown viajaron al futuro, concretamente al 21 de octubre de 2015, en Regreso al futuro II.
La película, estrenada en 1989, imaginó cómo sería el mundo 30 años después, lleno de avances imposibles, coches voladores y zapatillas que se atan solas. Hoy, en 2025, una década después de esa fecha mítica, vale la pena mirar atrás y preguntarse: ¿qué predijo bien la saga y qué se quedó en pura ciencia ficción?
Lo que sí se cumplió: de las videollamadas al smartwatch
Aunque los hoverboards auténticos todavía no surcan las calles, Regreso al futuro II acertó en varios aspectos que hoy son parte del día a día.
Por ejemplo, las videollamadas eran entonces pura fantasía y hoy son omnipresentes gracias a Teams, Zoom, FaceTime o sencillamente WhatsApp. En la casa del futuro de los McFly, Marty hablaba con su jefe a través de una gran pantalla de pared: justo lo que hoy hacemos con las smart TVs o incluso con asistentes como Alexa y sus altavoces con display o con Google Nest Hub.
También se adelantó a su tiempo con la idea de las casas inteligentes, donde todo —luces, cerraduras, temperatura— se controla con comandos o gestos. En 1989 sonaba a magia, pero en 2025 es algo tan cotidiano como encender el horno desde el móvil.
Y no hay que olvidar los dispositivos tipo wearable. En la película, los personajes usan gafas con pantallas y auriculares integrados, muy similares a las smart glasses (en el caso de las que tienen pantalla tenemos el ejemplo reciente de las Meta Ray-Ban Display) o a los actuales auriculares con asistente de voz. Incluso los hijos de Marty usan algo que recuerda sospechosamente a los smartwatches de hoy.
Por último, la cinta también anticipó los pagos biométricos y las transacciones sin efectivo, que ahora realizamos con el móvil o incluso relojes y anillos.
Lo que aún no ha llegado (aunque lo seguimos intentando)
Pero no todo lo que imaginó Zemeckis se ha cumplido. Los coches voladores, uno de los grandes iconos del filme, siguen siendo un sueño. Existen prototipos, sí, pero todavía están lejos de circular por las calles (o cielos) de forma masiva o de ser algo que realmente sea un hito en la industria.
Los hoverboards son otro ejemplo: aquellos monopatines flotantes solo funcionan en laboratorios o pistas magnéticas muy concretas. Lo más parecido que tenemos son los patinetes o monopatines eléctricos, pero no flotan precisamente.
Las zapatillas que se atan solas, por su parte, sí llegaron a existir: Nike lanzó una versión limitada inspirada en la película, pero más como objeto de coleccionista que como prenda funcional.
Y el reactor de fusión casero ‘Mr. Fusion’, capaz de convertir basura en energía para el DeLorean, todavía pertenece al terreno de la ciencia ficción.
Tampoco hemos llegado al nivel de publicidad holográfica que mostraba la película, con tiburones 3D saliendo de los cines. Algunos escaparates usan hologramas, pero la tecnología aún no es masiva ni tan espectacular como la del filme.
Más allá de los gadgets: un futuro que acertó en espíritu
Más que por sus aciertos técnicos, Regreso al futuro II destacó por su capacidad de anticipar cómo la tecnología transformaría nuestras vidas.
Su mundo hiperconectado, lleno de pantallas, datos y automatismos, se parece mucho al nuestro, aunque con menos neones y más pantallas táctiles.
El futuro de la película no fue exacto, pero sí visionario: predijo que la tecnología se integraría en lo cotidiano, que la comunicación sería inmediata y que las máquinas cambiarían nuestra manera de vivir, trabajar y divertirnos.
A casi cuatro décadas del estreno de la primera película de la saga, Regreso al futuro II sigue siendo un espejo divertido en el que comparar nuestras expectativas con la realidad. Aunque todavía no tengamos coches voladores ni patinetes flotantes.