Jorge David lleva 23 meses conectado a un respirador por causa del Covid-19

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Marta Quéliz
Santo Domingo, RD
Ana Peguero es una madre dominicana que no pierde la fe. Su voz se quiebra al otro lado del teléfono al decir que su hijo Jorge David Vallejo Peguero lleva 23 meses luchando por su vida en Estados Unidos, donde reside hace 20 años. Fue de las primeras personas a las que el Covid-19 le trastornó la existencia.

Aun en sus momentos más difíciles por ver a su amado hijo postrado en una cama, Ana es capaz de decir: “Si la vida te deja sin palabras, ¡canta!”. Ella lo hace porque está convencida de que el Señor no la ha desamparado en todo este tiempo de tribulación.

Decidió contar su historia a LISTÍN DIARIO para que la gente ore con ella por la recuperación de Jorge David, padre de Diana y Daniela, de 11 y 9 años, respectivamente, quienes anhelan volver a ver a su papá hacer una vida junto a ellas.

“Estoy orando por David, es la frase que me mueve, y no puedo dejar de orar, no puedo”, el llanto le impide seguir hablando, pero su fortaleza es mayor y se interpone ante un sentimiento de madre que es el que ha ido contra el mismo diagnóstico médico.

Este relato, según ella confirma, no busca solo dar a conocer el extraño caso de su hijo, sino la fuerza de la fe, el poder de la oración que es lo que la ha mantenido viva desde aquel 28 de marzo del año 2020,

Jorge David es uno de los primeros infectados con el Covid-19. Su familia nunca imaginó que aquel joven que entró con 35 años de edad a una sala de hospital cumpliría sus 37 aun interno y que estaría luchando por su vida desde hace casi dos años.

Inicio de la pesadilla

Ana, cuyo nombre de pila es Floriana Peguero Valerio, es una mujer valiente y de fe que, aunque llora al contar la historia de su hijo, no pierde un solo detalle de los que han vivido desde hace casi dos años. “Todo comenzó esa noche del 27 de marzo. La esposa me llama y me dice que quiere que le ayude a que Jorge David se vaya hacer la prueba del Covid-19, pues se sentía mal y había ido a tres hospitales diferentes y los tres lo retornaron por no tener la prueba hecha”, cuenta dejando claro que allá había que tener confirmado un resultado positivo para poder ingresarle.

El sábado 28 de marzo de 2020, llega Jorge David a New City, NY, donde logran hacerle la primera prueba después de pasar por tres hospitales en Nueva Jersey, que ninguno lo atendió por no tener la prueba. “Ya en Nueva York, de ahí pasamos a un centro de Urgencias Médicas, donde había 12 personas antes que él y le pedí a la secretaria que lo pasara antes, porque él tenía 12 días de hospital en hospital y que había amanecido en una fila desde las 3:30 de la mañana para hacerse la prueba y no lo logró”.

Ana no consiguió su objetivo porque la secretaria temía que le llamaran la atención. Faltaban ocho pacientes antes que Jorge David. “En ese momento me dijo que ingresara al mostrador para decirme algo y me dijo que lo sentía mucho, que la perdonara, pero que por favor me lo llevara a Montefiore Nyack Hospital y que no me llamaba una ambulancia, porque en lo que llegaba, mi hijo se podía morir y que no me lo llevara a Good Samaritan Hospital porque estaba muy lejos. En fin, me orientó bastante”, comenta la madre.

Ya en el cuarto hospital, la llamó un doctor y le preguntó si autorizaba que lo entubaran. “Le dije que no porque no estaba en mis cabales, que llamaran a mi hija y dos meses y medio después me enteré que ellos nunca llamaron a Sttephany”. Sus puntos suspensivos indican que ellos mismos tomaron su decisión.

El llanto la invade. Se repone y esta vez es para agradecer a Howard Phillips, el ejecutivo más alto del pueblo de Haverstraw, NY, y a Rosa Ureña, su asistente, quienes le ayudaron a que pudieran verlo antes de que lo desconectaran como querían. “Tres veces trataron de hacerlo y no lo aceptamos, y por eso aún está vivo y muy recuperado, aunque le niegan sus terapias por tercera vez y eso no ha permitido su total recuperación”.

Cuando Ana Peguero comenzó a visitar a su hijo, ya con dos meses interno por Covid-19, se dedicó en cuerpo y alma a higienizarlo, a cuidarlo y a darle el amor que solo una madre puede dispensar. “Sus pies y su cráneo crearon una sobre piel amarilla que logré despegar con paciencia y calma. Cada día que iba al hospital le quitaba algo hasta que logré despegarle todo”.

Por si fuera poco, en el centro donde estuvo primero cogió una bacteria que agudizó su neumonía, además de un hongo que empeoró su situación. “Pero todo esto lo hemos ido venciendo con el poder de Dios”. Hoy, él responde a estímulos y ¡por fin! desde el pasado lunes está recibiendo las terapias por las que Ana ha luchado tanto para el logro de su recuperación.

Ella iba a visitarlo, pero sabiendo que no podía entrar. “Me sentaba en el frente, que hay un cementerio y ahí oraba y lloraba por largas horas”. Dos meses después, el 29 de mayo de 2020, Dios nos hizo el milagro, pudimos verlo aun cuando no se permitían las visitas, y ahí fue que aumentó mi fe porque sabía que estando cerca se iba a lograr su recuperación”. No lo ha conseguido todavía, pero Ana admite que se ha logrado mucho, aunque sea poco a poco. Los grupos de oración no han desmayado.

Una travesía sin fin

El primer hospital lo trasladó a otro condado y llega al primer Centro de Recuperación, en Flussing, NY, el día 11 de agosto, 2020. Luego el 26 de septiembre de ese mismo año, cae en el quinto hospital (Flussing Hospital) hasta el 28 de octubre, 2020, y lo retornan por segunda vez al mismo centro, donde permanece hasta el día 30 de septiembre de 2021. “Allí me vi obligada a sacarlo en ambulancia del 9-1-1 y lo trasladan al NY Presbyterian Hospital, y aunque lo trataron de regresar al mismo centro, lo admitieron y le retiraron la diálisis, porque dijo el doctor que estaban dializándolo sin necesidad”. Ana relata esta parte dejando saber el cansancio físico y emocional que todo esto le ha causado.

Para colmo, ahí trataron de quitar el respirador y cuando ya estaba respirando por 18 horas al día, lo trasladan al centro #2, en Nanuet, NY, donde contrajo neumonía. “De ahí tuvieron que llevarlo al primer hospital, el Montefiore Nyack, donde estuvo por tres ocasiones. Hoy sigue en este centro.

En lo que ha estado interno, aun yendo de hospital en hospital, Ana asegura que ha visto en su hijo muchos milagros. El primero es que esté vivo a casi dos años de haber sido infectado por el Covid, y segundo que las llagas que había en su cuerpo se secaron por obra y honra de Jesús y la virgen María. Esto ha aumentado su fe y la ha aferrado a la oración como el arma más poderosa para que su hijo hoy esté vivo.

Ella ha batallado mucho para que le permitan a Jorge David recibir unas terapias, que su corazón de madre le dice serán de mucha utilidad para su recuperación. Sin embargo, para los médicos, él no está apto para dar este paso. “Tengo al menos la promesa de que me dirán a mí cómo hacerlo para que yo lo haga”. Está dispuesta a hacerlo porque “con Dios delante, sé que también podré dar ese testimonio de que mi hijo ha sido curado”, confía.

“Jorge David es un milagro”

Él nació en contra del pronóstico de una endocrinóloga que dijo que Ana no podía embarazarse, pues corrían el riesgo de morir los dos. “Y yo, mujer que no se rinde, le pregunté que cuál de los dos tenía más posibilidades de vida, y me contestó que el bebé. En ese preciso momento tomé la decisión de embarazarme, pues vengo de una familia muy numerosa y no pretendía quedarme sin hijos. Dios me premió permitiendo que sea la madre de un ser de luz, que ahora también se levantará y resplandecerá”.

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