Los gastos de vida cada vez son más altos. En el caso específico de República Dominicana, en tan solo siete meses, el costo promedio de la canasta familiar subió casi RD$2,000, según datos extraídos del Banco Central. Está claro que la inflación afecta nuestro bolsillo y calidad de vida, pero de lo que poco se habla es de las implicaciones directas que esta tiene en el área emocional.

El portal Economipedia define la inflación como un aumento generalizado en los precios de los bienes y servicios de una economía durante un periodo de tiempo. Dicho en otras palabras, como los precios han subido, el dinero vale cada vez menos. Es inevitable no experimentar estrés cuando lo que antes daba para hacer la compra del mes, ahora apenas alcanza para ‘sobrevivir’ una quincena.

“Al momento de pensar en inflación, la sensación que enfrentamos es precisamente de aumento, grandeza, desborde, frente a una postura de percepción diminuta por la gran proporción en la que suben las cosas versus los pocos ingresos que en ocasiones percibimos”. Así lo explica el psicólogo Josly Willmore (@tuamigoelpsicologo). 

De acuerdo con el experto, el incremento de manera desproporcionada de todas las necesidades básicas tiene un impacto emocional en las personas. Sentimientos de tristeza, ansiedad, irritabilidad, miedo y frustración son de las implicaciones emocionales más comunes a nivel individual. Estas repercuten en la productividad y la manera en la que se relacionan con su entorno y ellos mismos.

El alza de los precios también afecta el entorno familiar. “Las emociones y los sentimientos que se desprenden sumergen en el sistema familiar ante la indisposición que automáticamente asume el miembro de la familia que lleva sobre sí la carga y responsabilidad de la economía en el hogar”, dice el experto.

Una de las reacciones en las que más incide la persona afectada es en la violencia, Esto, producto de la irritabilidad que deriva de no tener el control de mantener la calidad de vida o, en el peor de los casos, costear las necesidades básicas. 

“Lamentablemente se maneja muy poca inteligencia emocional ante estos escenarios y el verse sin herramientas en ese momento, les lleva a reaccionar a buscar soluciones o vías de escape de manera improvisada, lo que se traduce a violencia intrafamiliar y divorcios”, refiere Willmore. 

Los casos en consulta 

La pandemia de COVID-19 ha hecho que las personas reconozcan la necesidad de ser asistidos por profesionales de la salud mental, ya que han entendido que no pueden encontrar respuestas a las situaciones que están atravesando por sí solos. 

“Depresión, ansiedad, insomnio, irritabilidad, entre otras sintomatologías son las que enfrentan los pacientes y por estas razones llegan a la consulta”, indica, quien dice que una vez se inicia el abordaje psicológico, muchas veces sale a relucir que estos síntomas guardan relación con la poca percepción económica o el mal manejo en las finanzas, frente a los altos precios constantes a lo que se debe enfrentar.

Los hombres son más propensos que las mujeres a presentar estos síntomas. Esto, a consideración del profesional, debido a que al hombre se le ha criado con la posición de que debe siempre estar en control de las finanzas en el hogar, postura que genera una carga mayor sobre él, lo que causa una reacción negativa cuando no se siente en total control.

¿Qué se puede hacer?

Resolver el problema de la inflación escapa de nuestras manos. Sin embargo, lo que sí podemos hacer es cuidarnos para evitar que influya en nuestras emociones.  

“Debemos aprender a vivir enfrentando los retos y desafíos que nos presenta la vida. Sabemos que hay cosas que no podemos manejar o cambiar, que debemos aprender a vivir con ellas y seguir avanzando”, resalta el psicólogo.

Una forma de tener una mejor posición frente a estas situaciones, es psico-educarnos en nuestras finanzas, tener un mejor manejo de nuestros ingresos y dar atención por orden de prioridad a las necesidades que se presentan de manera personal y familiar.

A su vez, encontrar apoyo en la familia y verlos como aliados, “donde todos podamos tener el mismo sentir, el mismo grado de conciencia ante el desafío de manejarnos mejor económicamente y apoyarnos uno con otros”, concluye.