El fin de semana pasado, Gerrit Cole tomó una decisión que podría perseguirle el resto de su carrera, luego de otorgar un boleto intencional al tercera base dominicano Rafael Devers, con las bases limpias, un out, y en la cuarta entrada del choque sabatino entre estos dos grandes rivales del béisbol de las Grandes Ligas.
Los Yanquis ganaban el partido 1-0 y luego de esa decisión, Cole permitió siete carreras para terminar perdiendo el compromiso.
Cole es el actual ganador del premio Cy Young de la Liga Americana y el principal lanzador de la rotación de los Yanquis.
Esa decisión no solo fue mala, sino que hizo quedar a Cole como un cobarde.
Ciertamente, Devers lo ha matado en su carrera, con una línea porcentual de .350/.435/.975, con ocho jonrones y 20 remolcadas en apenas 40 turnos al bate.
Pero la cara de pitcheo de un equipo no puede tomar decisiones como esas. El lanzador de US$300 millones no puede huir batallas de esa forma, pues para eso, precisamente, es que le pagan todos esos millones.
A Cole le toca enmendar sus acciones en el futuro cercano, y esperar que sus acciones en el montículo ayuden a los Yanquis a volver a la postemporada y a ganarla.
Porque de lo contrario, ese estigma que se ha generado podría perseguirle por mucho tiempo.
El dirigente Aaron Boone trató de echarle agua al vino y decir que se trataba de una estrategia que habían conversado, pero la verdad es que queda mal… muy mal.
Y en lo adelante, a Cole lo que le toca es tratar de borrar esa imagen que hoy se tiene, de que a ese pleito con Devers, le sacó el cuerpo.
Breves
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