El papa Francisco dijo este sábado que el mundo actual está «marcado por formas distorsionadas de afectividad«, lo que aseguró que se traduce en relaciones inmaduras, precarias o superficiales, durante la celebración de las Primeras Vísperas de la Fiesta de Presentación del Señor en la basílica de San Pedro.
«Vivimos en un mundo a menudo marcado por formas distorsionadas de afectividad, en que el principio de ‘lo que a mí me gusta’ impulsa a buscar en el otro más la satisfacción de las propias necesidades que la alegría de un encuentro fecundo», aseveró el papa durante la misa que presidió en el Vaticano.
Según Francisco, «en las relaciones, esto genera actitudes de superficialidad y precariedad, egocentrismo y hedonismo, inmadurez e irresponsabilidad moral, por lo que el esposo y la esposa de toda la vida se sustituyen por el ‘compañero o compañera’ del momento».
«Los hijos, en vez de ser acogidos como un don, se pretenden como un ‘derecho‘ o se eliminan como un ‘estorbo'», agregó el pontífice en su homilía en motivo de esta fiesta, que conmemora la presentación de Jesucristo ante el Templo de Jerusalén.
Esta celebración se realiza 40 días después de Navidad y este año sucede en la víspera de la XXIX Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que se celebra el domingo2 de febrero.
La necesidad de transparencia
Francisco, en una ceremonia llena de fieles, remarcó que «frente a una creciente necesidad de transparencia anterior en las relaciones humanas y de humanización de los vínculos entre los individuos y las comunidades, la castidad consagrada muestra al hombre y a la mujer del siglo XXI un camino de sanación del mal del aislamiento».
Esto, añadió, implica «una manera de amar libre y liberadora, que acoge y respeta a todos y no obliga ni rechaza a ninguno«.
«Es importante que en nuestras comunidades nos preocupemos por el crecimiento espiritual y afectivo de las personas, tanto en la formación inicial como en la permanente, para que la castidad revele verdaderamente la belleza del amor que se da», aseguró Francisco.
También alertó ante lo que consideró como «el desarrollo de dobles vida» entre «los sujetos más frágiles«.
Con todo, el pontífice alabó «la obediencia consagrada» como «un antídoto» ante el «individualismo solitario», para desarrollar «un modelo de relación basado en la escucha efectiva».