La aprobación del presidente brasileño Lula cayó este mes al nivel más bajo en sus tres mandatos (24%) en un contexto de inflación y refuerzo de la derecha, mientras el izquierdista todavía debe decidir si buscará la reelección en 2026.
Luiz Inácio Lula da Silva, de 79 años, promete que 2025 será el «año de la cosecha» de sus promesas electorales, después de pasar los dos primeros años de gobierno «arreglando» la «casa semidestruida» que dice haber heredado de su antecesor, el ultraderechista Jair Bolsonaro.
Pero los sondeos sugieren que los brasileños, en especial entre su electorado, están cada vez más desilusionados con su presidente.
La proporción que evalúa el gobierno «bueno» o «muy bueno» cayó 11 puntos porcentuales desde diciembre, a 24%, según una encuesta de Datafolha, instituto de referencia en Brasil, realizada el 10 y 11 de febrero.
El dato de quienes lo consideran «malo» o «muy malo» se disparó de 34% a 41%.
La popularidad nunca había estado tan baja para el exobrero metalúrgico que terminó sus dos primeros mandatos (2003-2010) con niveles récord de aprobación.
A continuación cuatro claves del desplome de Lula.
Es la economía
La inflación en Brasil bajó en enero a 4,56% en el periodo de 12 meses; pero los altos precios de los alimentos, que treparon 7,25% en un año, siguen siendo causa de preocupación.
La reciente sugerencia de Lula de que la población no compre los alimentos caros para presionar a los comerciantes a reducir los precios solo echó más fuego al descontento y fue ridiculizada por la oposición.
«Es un elemento fundamental» de la mala imagen del gobierno, dice a la AFP el analista político André César.
Para combatir el aumento de precios, el Banco Central se apresta a seguir incrementando la ya elevada tasa de interés (13,25%), lo que podría minar todavía más la popularidad de Lula, pese a que otros indicadores le sonríen, como el desempleo, en un mínimo histórico.
Derecha fortalecida
Durante sus primeros mandatos, Lula cabalgó en una ola de gobiernos progresistas en América Latina, un boom de materias primas para financiar sus políticas sociales y fue recibido con alfombra roja en foros internacionales.
Ahora enfrenta el fortalecimiento creciente de la derecha global, especialmente con el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos.
Eso repercute puertas adentro: Bolsonaro -aunque inhabilitado políticamente- reina entre los sectores conservadores y sus aliados tienen peso en el Congreso de mayoría derechista.
«Hoy la agenda conservadora es muy fuerte en el Congreso«, donde se discute por ejemplo la criminalización del porte de cualquier cantidad de droga y una posible amnistía para los bolsonaristas presos por la asonada contra los poderes públicos en 2023, según César.
En desventaja en redes
El jefe de Estado también sigue sin ganar la batalla digital.
En enero, el gobierno desistió de una medida económica luego de una ola de desinformación acerca del Pix, una plataforma digital de micropagos muy popular. La oposición sacó mucho partido, gracias en especial al diputado bolsonarista Nikolas Ferreira, una estrella de las redes sociales, de 28 años, que insinuó que el Pix sería gravado.
El video fue reproducido más de 300 millones de veces.
El de Lula «es un gobierno reactivo, siempre corriendo detrás para arreglar los daños, tiene que enfrentar una derecha que está siempre dos pasos adelante», dijo César a la AFP.
«La derecha es digital, la izquierda sigue siendo analógica», resumió.
Sin «rostro social»
Para mejorar su imagen, Lula instaló en enero al frente del ministerio de Comunicación a Sidonio Palmeira, experto en marketing político.
Pero analistas señalan que será insuficiente para remontar la cuesta y que Lula necesita un ambicioso plan social, más allá que el ‘Bolsa Familia’, el exitoso programa de ayudas para los más pobres que lanzó en sus primeros gobiernos y restableció en 2023.
«El gobierno no tiene un rostro social«, dijo el historiador Marco Antonio Villa en un video en redes sociales. «¿Cuál es el programa nuevo? (Necesita) algo que dé un shock».
El panorama acrecienta las dudas sobre si se presentará a la reelección en 2026, ya alimentadas por su edad y percances de salud, tras someterse el año pasado a una cirugía en la cabeza derivada de un accidente doméstico.
«Tengo 79 años (…) no puedo mentir a nadie y mucho menos a mí», afirmó a una radio local.
«Si estoy bien, y creo que puedo ser candidato, puedo presentarme. Pero no es mi prioridad ahora», apuntó.