«La respiración es una llave de entrada al cerebro inmediata” y supone «una aliada» para la salud mental, así lo muestra la neurocientífica Nazareth Castellanos en su libro de no ficción «El puente donde habitan las mariposas», que lleva más de 10 semanas consecutivas siendo el más vendido.
En una entrevista con EFEsalud, Castellanos afirma que el libro, de la editorial Siruela, es “una oda a la voluntad de esculpirse a sí mismo, a reducir ese sufrimiento que nos causa abandonarnos a nosotros mismos”.
Licenciada en Física Teórica y doctora en Neurociencia, ha dedicado los últimos diez años a estudiar el impacto de la respiración sobre la dinámica neuronal, conocimiento que plasma en el libro con evidencia científica.
Un título con poesía
El porqué de un título más propio de novela que de conocimiento se debe a que la autora quería que tuviese “calidez y cierta poesía”.
“Cuando hablamos de cómo cuidarnos no hay que hacerlo como unas instrucciones ni como una obligación, sino como un acercamiento un poco más íntimo, más cariñoso hacia nosotros mismos. Intenté huir de un título que fuese muy académico o muy científico”, explica Castellanos.
Abunda en que “el puente” del título se debe a que en el libro habla de la plasticidad cerebral, de la capacidad que tiene el cerebro para reorganizarse, y para ello se basa en los puentes que hay entre las neuronas, es decir, las conexiones entre ellas.
El “habitar” responde al abordaje que hace sobre “cómo habitamos las experiencias, qué significa habitar en la vida”. Y “las mariposas” es la palabra con la que el científico español y padre de la neurociencia, Santiago Ramón y Cajal, se refería a las neuronas: “las misteriosas mariposas del alma”.

La plasticidad del cerebro
De hecho, la neurocientífica cita al médico español y una de sus frases más conocidas: “Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro”.
En este sentido, Castellanos subraya que la plasticidad neuronal es un concepto que hoy en día está absolutamente asumido y reconocido, porque el cerebro se reorganiza y “son principalmente nuestras experiencias y decisiones lo que lo van transformando”.
Por eso, ella destaca que la frase de Ramón y Cajal ahora tiene mucha vigencia y hay que preguntarse qué puede hacer uno mismo para mantener su salud. Porque para cuidarse, apunta, uno de los factores en los que se puede intervenir, es el estilo de vida y “eso subyace a la plasticidad”.
Para Castellanos, antes que proponérselo hay que saber que puedes hacerlo y por eso considera que es tan importante la divulgación.
“Hay un baile entre las circunstancias y nosotros mismos, pero saber que somos convocados a ese baile creo que es importante recordarlo”, apunta la neurocientífica, quien defiende que haya más puentes entre las humanidades y la ciencia.
La respiración y la salud mental
Ella se decidió a escribir el libro precisamente porque en los últimos años ha estado inmersa en un campo de investigación científica que se denomina salud mental interoceptiva, que ahonda en cómo influye el organismo en la salud mental.
Y es que la ciencia ha demostrado que “la respiración puede ser un aliado” para la salud mental. Puede ayudar tanto a migrar de un estado emocional a otro y a vivir de otra forma situaciones que no son fáciles.
“Es decir, a encontrar en nuestro propio organismo recursos que nos ayuden a gestionar, a mantener o a curar nuestra salud mental”, sostiene Nazareth Castellanos.
Como ejemplo de cómo influye la respiración, la autora afirma que cuando nos dan un susto o estamos en una situación desagradable, nuestra respiración se altera. Eso mismo también sucede al revés: si está alterada, vamos a empezar a tener emociones propias de ese tipo de respiración.
Aclara que también hay que ser muy prudente “y no ir a las panaceas” porque migrar de un estado a otro no es fácil y puede que no se consiga.
“Solo se te está diciendo que en la respiración puedes tener un aliado que te puede ayudar, que normalmente ayuda y saber que tienes ese aliado dentro de ti mismo, es uno de los recursos para poder gestionar nuestras emociones”, recalca Castellanos.
Sistema de control consciente
Pero, ¿por qué la respiración?
Porque la autora explica que, a diferencia del resto de órganos, es el único sistema del que uno mismo tiene control consciente.
“Eso hace que la respiración sea una llave de entrada al cerebro muy inmediata. Por ejemplo, la dieta tarda un poco más en hacernos efecto, pero si de repente ha pasado algo, en este momento puedo empezar a respirar de otra forma”, asegura.
Las investigaciones en el laboratorio muestran que según como sea el patrón respiratorio se activan o desactivan ciertas áreas cerebrales, de forma que ralentizar la respiración conscientemente ayuda a que aquello que nos la ha alterado se vaya quedando en un segundo plano.
“Empiezo a inspirar contando en 3 y a exhalar contando en 6. Entonces, el hecho de que mi atención ya se vaya a intentar ralentizar la respiración, que no es muy fácil, o sea, que tengo que ponerle atención, entre otras cosas, hace que mi atención se vuelque menos en aquello que de repente me está preocupando”, expone.
De esta forma, a medida que el ritmo respiratorio baja, las estructuras más involucradas en esa emoción van disminuyendo su actividad eléctrica.
Por todo ello, Castellanos es partidaria de que desde edades tempranas se enseñen estos conocimientos para poder cuidarnos mejor.
El sufrimiento evitable
“Hay un concepto que a mí me impacta mucho, que es el del sufrimiento evitable. Hay sufrimiento que se podía evitar, hay otro que no, pero hay mucho sufrimiento que podría haber sido evitado si nos hubiéramos sabido cuidar”, reflexiona la autora.
Por eso, se pregunta por qué si hemos reducido el sufrimiento físico, con la disminución de la incidencia de determinadas enfermedades, con la existencia de nuevos fármacos o con cambios en el estilo de vida, no se ha hecho igual con el sufrimiento mental.
“Para mí es muy importante que desarrollemos esta conciencia desde un punto de vista muy prudente y riguroso para que empiece a ser incorporado en la escuela y que la educación incluya también el cuidado al propio ser”, dice la neurocientífica.
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