Por la forma en que Ramona Emilia Guance habla, camina, se desenvuelve en la casa y baja los escalones, da la impresión de que no tiene la edad que confirma su cédula de identidad y electoral: 107 años.
Doña Rosa, como se le conoce en Villa Consuelo, del Distrito Nacional, suele cocinar, barrer, coser y hasta bajar sola del apartamento, ubicado en un segundo piso, a buscar agua y a conversar con los vecinos.
“Yo subo y bajo, si no hiciera nada tuviera más blandita”, indica.
Vive con un hijo y un nieto, quienes le aconsejan estar tranquila, sin afanarse mucho, pero ella sigue haciendo quehaceres en el hogar, porque se siente con ánimo.
“Yo aquí cuando los muchachos no están, verdad que me canso, cojo la escoba y me pongo y barro de aquí para allá, y me siento ahí, y así, limpio, lo que no puedo hacer es trapear porque los brazos no me ayudan, pero cocino, yo cocino mi comida, ellos me la buscan cuando tienen”, expresa.
Comenta que si pudiera suapear lo hiciera, porque recuerda que cuando joven en su casa no se asentaba una mosca. Su mayor deseo es que le regalen una estufa para seguir cocinando, porque se queja de que la que tiene le quema los calderos.
Por la forma en que Ramona Emilia Guance habla, camina, se desenvuelve en la casa y baja los escalones, da la impresión de que no tiene la edad que confirma su cédula de identidad y electoral: 107 años.
Doña Rosa, como se le conoce en Villa Consuelo, del Distrito Nacional, suele cocinar, barrer, coser y hasta bajar sola del apartamento, ubicado en un segundo piso, a buscar agua y a conversar con los vecinos.
“Yo subo y bajo, si no hiciera nada tuviera más blandita”, indica.
Vive con un hijo y un nieto, quienes le aconsejan estar tranquila, sin afanarse mucho, pero ella sigue haciendo quehaceres en el hogar, porque se siente con ánimo.
“Yo aquí cuando los muchachos no están, verdad que me canso, cojo la escoba y me pongo y barro de aquí para allá, y me siento ahí, y así, limpio, lo que no puedo hacer es trapear porque los brazos no me ayudan, pero cocino, yo cocino mi comida, ellos me la buscan cuando tienen”, expresa.
Comenta que si pudiera suapear lo hiciera, porque recuerda que cuando joven en su casa no se asentaba una mosca. Su mayor deseo es que le regalen una estufa para seguir cocinando, porque se queja de que la que tiene le quema los calderos.
Terminó de criar sola a sus hijos, porque enviudó cuando la mayoría estaban pequeños. Vivía en casa de una cuñada y al morir su marido, se fue con sus padres.
Cuenta que trabajaba en la loma y que a su casa la iban a buscar para trabajar “como si yo fuera un hombre. “Yo arranqué maní, batí mucha habichuela, mucho arroz, y así”, aseguró.
Salía a trabajar de madrugada y cuando no tenía que dejarles a los muchachos para comer, iba a los colmados para que le despacharan a crédito.
“Yo trabajaba para mis hijos comer, mis hijos no iban donde los vecinos, como estos muchachos ahora, yo los supe criar”, afirmó.
Luego se dedicó a la crianza de cerdos y vacas, y puso un negocio que le permitió construir su rancho.
Una hija la trasladó desde Palenque, donde nació, hasta Santo Domingo, luego que su vivienda fue afectada por el ciclón David, en el año 1979.
Como damnificada logró que el entonces presidente Joaquín Balaguer le entregue el apartamento donde vive. “Este no tiene nada, pero para mí es un palacio, es una riqueza, aunque no tenga ninguna lindura, pero una silla para uno sentarse, la tengo, una mesa para uno comer, la tengo”, dice.
1912
Ramona Emilia Guance nació el 5 de abril de 1912, en Sabana de Palenque, San Cristóbal. Se trasladó a la capital en el 1979, porque su casa fue afectada durante el ciclón David.
Familia
Tuvo 14 hijos, de los cuales le sobreviven 5. Tiene 27 nietos, 12 biznietos, 5 tataranietos y 2 choznos. Actualmente vive con su hijo, Pedro Guance, y su nieto Samir Silverio. Pedro indicó que la hija más vieja de Doña Rosa tiene 80 y pico de años.
Gobiernos
Dice que conoció a todos los presidentes, pero enfatizó en el régimen de Rafael Leónidas Trujillo Molina, porque afirma que en esa época había mucho respeto, contrario a estos tiempos, en que se ha perdido. “Yo subo y bajo; si no hiciera nada tuviera más blandita”, declara Doña Rosa.