El asesinato del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, ocurrido la noche del 30 de mayo de 1961, fue el resultado de un plan ideado por un grupo de conspiradores que contaron con el apoyo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés).
Documentos desclasificados de la CIA revelan que el plan colapsó poco después del magnicidio debido a la falta de coordinación entre los grupos involucrados, que eran dos, y los errores estratégicos cometidos durante las fases posteriores al asesinato.
Entre los documentos desclasificados figuran el 104-10214-10034, un dossier de 64 páginas que hace un balance de situaciones que ya han sido reveladas por historiadores, como el hecho de que el Gobierno estadounidense había facilitado armas para el atentado, revelación harto conocida.
El dossier indica que en un momento, luego del fracaso de la invasión a la Bahía de Cochinos en Cuba en abril de 1961, la CIA habría intentado echar atrás el atentado contra Trujillo, por miedo a que también fracasara y se convirtiera en otro escándalo internacional con vinculación directa de los Estados Unidos.
Sin embargo, la orden habría llegado demasiado tarde y los conspiradores, ya comprometidos con la misión, decidieron seguir adelante “a la primera oportunidad» y esta se presentó el 30 de mayo sin esperar nuevas instrucciones.
Aunque la emboscada contra Trujillo se llevó a cabo según lo planeado, la desorganización de los conspiradores impidió la consolidación del golpe de Estado que debía seguir al asesinato.
El dossier indica que el jefe de las Fuerzas Armadas, José René Román Fernández, sería el brazo político del complot que asumiría el poder tras la muerte. Sin embargo, debido a la incertidumbre del suceso y la falta, no fue enterado de manera oportuna por quienes asesinaron al dictador.
El general Díaz intentó comunicarse con él tras el asesinato, pero no logró localizarlo. Como resultado, Román no pudo actuar rápidamente para asegurar la transición de poder.
Este planteamiento del documento de la CIA, estaría explicado por una realidad manifestada por el historiador y escritor Tony Raful, en publicaciones dominicanas recientes.
Raful ha señalado que el general Román ya le había dicho a Luis Amiama Tió que el atentado y la toma del poder “era un disparate”, porque no se contaba el apoyo en la estructura militar para producir un golpe de Estado.
El documento clasificado señala que, mientras el «Grupo de Acción» se encargó de la ejecución del asesinato, el «Grupo Político», que debía tomar control del gobierno, no reaccionó a tiempo.
Los documentos dicen que, debido a la excesiva compartimentación del plan, los conspiradores carecían de una estrategia clara sobre cómo proceder una vez muerto el dictador.
Los actores clave en la conspiración
Entre los implicados figuran ciudadanos dominicanos y extranjeros que operaron junto con sectores de inteligencia de Estados Unidos.
Según los documentos, se identifican los siguientes nombres y sus respectivos códigos utilizados en las comunicaciones internas:
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Dr. Severo Cabral – Código: HÉCTOR y PLUTARCO
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Andrés Freites – Código: ANDY
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Juan Tomás Díaz – Código: CRISTÓBAL
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Donald Reid Cabral – Código: CIBAO
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Luis Amiama Tió y José René Román, también mencionados entre los conspiradores.
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Lorenzo D. Berry, alias «Wimpy», ciudadano estadounidense dueño de Wimpy’s Supermarket en Ciudad Trujillo, fungió como el principal enlace entre los conspiradores y el consulado de Estados Unidos.
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Según los archivos, facilitó la entrega de armas al grupo. Su esposa, Flerida Berry, de ascendencia siria y nacionalidad dominicana, también aparece en los documentos como una de las figuras activas en la trama, estableciendo contactos con los principales conspiradores.
Vínculos con la inteligencia estadounidense
En la documentación, aparecen funcionarios de la Embajada de Estados Unidos que estuvieron al tanto de los movimientos del grupo conspirador:
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Henry Dearborn, consejero de la embajada hasta agosto de 1960, utilizaba el código DELTA en sus comunicaciones con los complotados.
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John D. Barfield, segundo secretario hasta agosto de 1960, tenía la criptografía de la CIA EMBAZ-1.
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Lear Reed, jefe de estación de la CIA hasta octubre de 1960.
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Robert Owen, sucesor de Reed desde enero de 1961 hasta el 4 de junio de ese año, tenía el código GAIGO en la trama.
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Charles Cookson, oficial de operaciones.
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Isabel Clintrom, asistente administrativa.
Líderes dominicanos
En los documentos también se detallan los nombres clave de otros participantes dominicanos:
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Dr. Jordi Brossa – Códigos: SWORD y EL CHICO.
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Juan Gianni Vicini – Códigos: Mr. X, ABC y YAGUATE.
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Luis Zaqueiro – Código: SOCRATES.
Según los archivos, Vicini participó en reuniones con funcionarios estadounidenses en las que se discutió el apoyo logístico al complot.
También se menciona que, en una reunión con Ned Holman y Donald Reid Cabral en Nueva York, Vicini insistió en la importancia de conseguir armas sofisticadas para la operación y hacer uso de bombas para eliminar a Trujillo, tácticas que fueron consideradas “infantiles” por los estadounidenses.
Entre las posibilidades analizadas están las armas de fuego y granadas en intersecciones estratégicas, envenenamiento de su comida o medicamentos y la instalación de una bomba a lo largo de su ruta nocturna, que podía ser detonada a distancia.
Finalmente, los asesinos optaron por una emboscada, aprovechando los patrones predecibles de Trujillo.
La CIA cuestiona intenciones de los dominicanos
Según el informe de la CIA, basada en las interrogaciones del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), muchos de los involucrados en la conspiración contra el dictador Rafael Leónidas Trujillo no estarían motivados por un deseo genuino de establecer una república libre y democrática.
El documento sugiere que otros de ellos actuaban por venganza o interés personal.
El informe señala que el general Román, quien asumiría el poder tras la muerte de Trujillo y formaría un gobierno interino, habría admitido que no tenía intención de permitir elecciones libres, sino que planeaba consolidarse como el nuevo “hombre fuerte” de la República Dominicana.
Asimismo, menciona al general Juan Tomás Díaz, quien habría estado resentido por haber sido públicamente humillado y expulsado del ejército por Trujillo.
También destaca el caso de Antonio de la Maza, cuyo hermano Octavio fue asesinado por los Trujillo para encubrir su implicación en la muerte de Gerald Murphy dentro del caso Galíndez. Otros conspiradores habrían tenido también razones personales para desear la muerte del dictador.
En una nota final, el informe de la CIA reconoce que no se conoce con certeza la motivación de figuras como Jordi Brosca, Juan Vicini, Severo Cabral, Amiama Tío y Antonio Imbert.