Es bien conocido el hecho de que los aumentos en el precio de un producto provocan que sus usuarios compren una cantidad menor de él. Es el muy mencionado principio de la oferta y la demanda, una de las primeras lecciones que los economistas aprenden acerca del funcionamiento de los mercados. Pero es también sabido que el efecto del alza de precios no afecta únicamente a los volúmenes comprados del producto en cuestión. Incide también sobre la demanda de productos alternativos, ya que ante la subida en el precio, los compradores acuden a otras opciones para cubrir sus necesidades, reemplazando parte de la cantidad que antes adquirían del producto más caro.
El conflicto con los rusos por la intervención en Ucrania, ha motivado llamados en Europa a dejar de depender de combustibles provenientes de Rusia. No de inmediato, porque como dijo el primer ministro alemán al referirse a ese objetivo, un cese abrupto del suministro ruso arrastraría a la Unión Europea a una recesión, dado que depende de Rusia para cubrir el 25% de sus necesidades de petróleo, el 40% de las de gas natural y el 45% de las de carbón.
Ocurre sin embargo que aunque el porcentaje es mayor para el carbón que para el gas natural, es más fácil y rápido encontrar fuentes alternativas de suministro, tanto domésticas en Europa como de suplidores extranjeros. Esto así debido a que la disponibilidad de la infraestructura requerida para importar gas natural de otras fuentes es limitada, mientras el uso de carbón ha sido un componente tradicional de las economías europeas.
Esa realidad convierte al carbón en la opción más viable a corto plazo. Ya Francia ha elevado el tope asignado a las termoeléctricas que emplean carbón. Alemania incrementará sus reservas y retrasará el calendario de eliminación del carbón. También Italia planea reactivar plantas a carbón que habían sido cerradas. El resultado será una posposición de las metas ambientales con el fin de mitigar el impacto sobre las economías.