La rivalidad entre Estados Unidos y Canadá tomó un giro inesperado esta semana, al coincidir una disputa comercial con otra, más apasionante y simbólica: la Serie Mundial de béisbol.
Mientras el presidente Donald Trump suspendía las conversaciones comerciales con Ottawa, los Toronto Blue Jays —el equipo canadiense de la provincia de Ontario— derrotaban 11-4 a los Los Angeles Dodgers en el primer juego de la final.
El paralelo es inevitable. Dos naciones históricamente aliadas se enfrentan al mismo tiempo en el terreno político y en el deportivo. En Washington, la suspensión de las negociaciones fue la respuesta a una campaña publicitaria del gobierno de Ontario, difundida en territorio estadounidense y valorada en 75 millones de dólares canadienses.
El anuncio, basado en un antiguo discurso de Ronald Reagan, advertía sobre los efectos negativos de los aranceles y fue interpretado por la Casa Blanca como una crítica directa a su política comercial.
Canadá celebra la victoria
En el diamante, los Blue Jays —único equipo canadiense de las Grandes Ligas— celebraron una victoria contundente con una plantilla mixta: varios peloteros canadienses y también estadounidenses, símbolo de la estrecha interdependencia entre ambos países.
Esa misma mezcla se repite en la economía. Buena parte de las exportaciones canadienses hacia Estados Unidos provienen de empresas de capital norteamericano radicadas en Ontario, el motor industrial del país.
Así, mientras los bates canadienses y estadounidenses se cruzan en la Serie Mundial, los gobiernos de ambos lados de la frontera libran su propia batalla por el comercio y los aranceles.
- En el deporte, como en la economía, la competencia se libra entre viejos socios que, a pesar de sus desencuentros, siguen necesitando jugar en el mismo equipo.


