Estados Unidos vive una de las jornadas más complicadas para el transporte aéreo en años. Más de mil vuelos fueron cancelados y miles más quedaron retrasados este viernes debido al cierre parcial del gobierno federal, que dejó sin salario a miles de empleados, entre ellos controladores aéreos y personal de seguridad aeroportuaria.
La disminución de personal obligó a la Administración Federal de Aviación (FAA) a reducir la capacidad operativa de los aeropuertos más congestionados, lo que generó un efecto dominó en todo el país.
¿Cómo afecta el cierre del gobierno al transporte aéreo?
La alerta se expandió a 40 aeropuertos, entre ellos Nueva York, Los Ángeles, Chicago, Atlanta, Houston y Washington DC. El secretario de Transporte, Sean Duffy, advirtió que la reducción, que hoy ronda el 4 %, podría llegar a 10 % la próxima semana y escalar a 20 % si el cierre gubernamental continúa.
Los retrasos no solo se sienten en las pantallas de los aeropuertos, también en la seguridad y en la ansiedad de los viajeros.
En Los Ángeles, donde se esperaba caos absoluto, la situación resultó sorprendentemente controlada. Blanca Estrada, reportera que aterrizó en LAX, relató que su vuelo tuvo que aguardar en la pista por falta de puertas disponibles, pero al desembarcar encontró un panorama mucho más ordenado: filas de la TSA en su nivel habitual y pasillos despejados.
La calma fue la excepción a una jornada marcada por quejas, cambios de itinerario y pasajeros resignados a modificar sus planes.
¿Qué riesgos y preocupaciones genera la situación actual?
En Washington, la escena fue completamente distinta. El aeropuerto Reagan acumuló decenas de cancelaciones en pocas horas y casi todos los vuelos llegaron con demoras que superaron las cuatro horas. Allí surgió una preocupación más profunda que la incomodidad del retraso: la seguridad.
El presidente del Museo de Aviación de Kansas, Ben Sauceda, viajaba precisamente en la misma ruta donde un choque entre un vuelo comercial y un helicóptero militar dejó 67 muertos en enero.
“Estoy poniendo mi vida en manos de personas que no están cobrando”, dijo, aludiendo a los controladores aéreos que siguen trabajando sin pago en medio del cierre federal. Aseguró que, aunque siempre han sido profesionales impecables, nadie puede exigir excelencia cuando no sabes cómo mantener a tu familia.
La afectación llegó también a quienes viajaban por motivos personales. Ndenisarya Meekins y su hija tenían un viaje previsto a Nueva York con visitas a espectáculos y actividades culturales. Su vuelo fue cancelado y pasaron horas buscando alternativas hasta encontrar una opción con otra aerolínea.
“Hubiera sido un desastre no llegar”, explicó. Su hija ya venía experimentando el impacto del cierre: las actividades escolares relacionadas con los museos Smithsonian quedaron suspendidas porque las instituciones están cerradas por falta de fondos.
¿Qué impacto tiene el cierre en los viajeros y la seguridad?
Los vuelos internacionales tampoco están libres de consecuencias. Aunque la orden de la FAA se aplica solo a rutas domésticas, muchos pasajeros dependen de conexiones internas para salir del país.
Un turista panameño relató que, si su traslado a Miami se cancelaba, perdería el vuelo hacia Panamá y tendría que comprar nuevos boletos. Como él, cientos enfrentan gastos imprevistos en hoteles, alimentación y cambios de itinerario.
La tensión no solo está en las pistas. El personal de seguridad aeroportuaria, compuesto en gran parte por empleados federales, también trabaja sin sueldo. Durante el cierre de 2018, cerca del 10 % de los agentes de la TSA dejó de presentarse a laborar, lo que generó filas interminables y demoras severas en los puntos de control.
Las autoridades temen que la historia vuelva a repetirse.
¿Qué respuestas y medidas han tomado las autoridades y sindicatos?
Los sindicatos también han elevado la voz. La Asociación de Asistentes de Vuelo, que representa a 55,000 trabajadores, advirtió que el sistema se sostiene únicamente porque miles de empleados siguen trabajando sin cobrar.
Su presidenta, Sara Nelson, afirmó que la seguridad aérea no puede convertirse en una disputa política y pidió al Congreso actuar con urgencia.
El escenario además llega en la antesala del Día de Acción de Gracias, la semana de mayor volumen de viajes en Estados Unidos. Si la reducción de vuelos se mantiene o se amplía, el país podría enfrentar un colapso logístico que afectaría a millones de pasajeros. Los expertos prevén que, para finales de la próxima semana, podrían operar hasta cuatro mil vuelos menos por día.
Las aerolíneas tratan de controlar el daño. Delta y Southwest informaron que ya completaron las cancelaciones obligatorias hasta el fin de semana y están ofreciendo cambios gratuitos y reembolsos.
¿Cuál es la perspectiva para el futuro cercano del transporte aéreo?
Sin embargo, incluso si el Congreso logra un acuerdo, el retorno a la normalidad no será inmediato. Tras la reapertura, las aerolíneas necesitan reprogramar rutas, reorganizar tripulaciones y reactivar reservas. El propio secretario de Transporte reconoció que el sistema tardaría días o incluso una semana en regularizarse.
Mientras el cierre del gobierno se extiende a 38 días, el más largo en la historia de Estados Unidos, el transporte aéreo se convierte en el símbolo más visible de una crisis política que ya no se queda en Washington: afecta bolsillos, agendas familiares, compromisos laborales y, cada vez más, la seguridad en los cielos.


