Menores presos abandonados a su suerte en RD

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El sueño de José (nombre ficticio) es convertirse en músico. Le apasionan los ritmos urbanos y, desde su habitación en el Centro de Atención Integral para Adolescentes en Conflicto con la Ley Penal, en Ciudad del Niño, Hato Nuevo de Manoguayabo, ha comenzado a escribir algunas canciones que aún no ha desarrollado por completo.

Para este adolescente, recordar cómo llegó a estar encerrado entre cuatro paredes resulta traumático. “Fue un poco duro realmente, porque nunca había estado en un sitio como este”, relata con voz baja, avergonzado. José ingresó cuando estaba en el octavo grado (segundo de secundaria) y recientemente acaba de terminar el bachillerato.

Él es una de las 92 historias humanas que actualmente coinciden en el centro. Todos comenzaron sus vidas cometiendo errores. José, sin embargo, busca reinsertarse a la sociedad una vez cumplida su condena. 

Si José pudiera hablar con su versión del pasado le aconsejaría aprovechar mejor el tiempo y no dejarse influenciar por los demás. Ahora envía el mismo mensaje a los jóvenes que caminan por los pasos de la delincuencia.

El complejo alberga diversas instalaciones educativas y recreativas, como salones de clases, área de enfermería, consultorio odontológico, psicología, oficinas administrativas, cancha de baloncesto y play de softbol. Una estructura que persigue rehabilitar y devolver a la sociedad, jóvenes que cometieron crímenes cuando eran menores.

Pero esa intención choca con la pared de la realidad. El abandono familiar se ha convertido en uno de los principales retos para la reinserción social.

Visitas y reincidencias

En el Centro de Hato Nuevo, solo el 60 % de los jóvenes recibe visitas, mientras que el 40 % atraviesa el proceso sin acompañamiento de padres, madres o tutores, según explica el ingeniero Eusebio de la Rosa Matos, encargado del centro.

Entre los que sí reciben visitas, el 85 % proviene de las madres, un 10% de los padres y un 5 % de las abuelas.

“El apoyo familiar es esencial para evitar la reincidencia”, subraya De la Rosa Matos, al señalar que un 25 % de los adolescentes reincide en conductas delictivas, muchas veces por regresar a entornos tóxicos.

“No hacemos nada con que un adolescente cumpla una medida y luego vuelva al mismo entorno que lo llevó a delinquir”, afirma. “No es que los menores estén acabando, es que hay adolescentes sin oportunidades, sin afecto, sin guía. Cuando la familia y la comunidad fallan, la calle los acoge”, advierte.

Los delitos más frecuentes entre los internos son robo agravado, violación sexual y homicidio.

Las consecuencias del abandono 

El centro permite visitas dos veces por semana miércoles, de 2:00 a 4:00 de la tarde y los domingos de 9:00 a 11:00 de la mañana, reanudándose de 2:00 a 4:00 de la tarde. Además se les deja hacer una llamada telefónica semanal. 

La psicóloga Angelina Sosa explica que cuando un adolescente siente que su familia no lo busca ni lo acepta, interpreta que “no importa” o que “no es parte de la familia”, lo que se convierte en una herida profunda que obstaculiza su rehabilitación.

En cambio, el acompañamiento familiar refuerza la sensación de pertenencia y protección, factores esenciales para el cambio.

Sin embargo, la reinserción social es un proceso complejo, ya que muchos de estos jóvenes provienen de familias disfuncionales, con padres que delinquen, consumen drogas o viven en condiciones de alta vulnerabilidad. En tales casos, es necesario evaluar si el contacto con ciertos familiares beneficia realmente la recuperación.

Cuando los jóvenes perciben abandono, buscan ese sentido de pertenencia en otros grupos que podrían ser delictivos, donde se generan falsas lealtades que los conducen a encubrir o participar en actividades antisociales, agrega Sosa.

La reintegración exitosa no depende solo del adolescente, sino también de la familia y la comunidad. La educación, la participación en actividades deportivas y sociales, y el desarrollo de habilidades laborales contribuyen a que el joven se sienta útil y capaz de aportar a la sociedad.

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Entrada del Centro Integral para Adolescentes en Conflicto con la Ley Penal en Ciudad del Niño en Hato Nuevo. (DIARIO LIBRE/PABLO TAVERAS)

Intentos por no rendirse

A pesar de las ausencias familiares, el personal del centro intenta llenar, en parte, ese vacío.

“El personal ha sido muy atento con nosotros. Siempre nos han estado preguntando cómo hemos pasado los días y cuáles son las situaciones que se han dado fuera y dentro cuando ellos no están aquí. Ha sido de una manera muy buena, hemos tenido buenas charlas, están muy pendientes de nosotros”, comenta José.

Según la Dirección Nacional de Atención Integral para Personas Adolescentes en Conflicto con la Ley Penal (Dinaia), de los 444 adolescentes distribuidos en los seis centros del país, 183 cursan programas técnicos, 159 el nivel Prepara-Media, 79 educación básica y 23 reciben alfabetización.

José, por ejemplo, ya terminó el bachillerato y ha completado cursos de barbería, electricidad, ventas y pymes. También juega baloncesto y estudia inglés de manera virtual en el Instituto Tecnológico de las Américas (ITLA). “Antes vivía en un barrio donde las oportunidades eran escasas; aquí he aprendido mucho”, confiesa.

Formación técnica y educativa

Los seis centros del país se ubican en La Vega, Santiago, La Romana, Hato Nuevo y San Cristóbal (Ipreme), siendo este último el único con modalidad semiabierta. Cinco de ellos acogen adolescentes masculinos, y uno, en Villa Consuelo, a chicas.

Edinawell de los Santos, encargado de Atención Integral de la Dinaia, explica que la institución trabaja con dos tipos de población: adolescentes privados de libertad y aquellos con medidas alternativas. Todos participan en programas de educación formal, atención psicológica, formación técnico-vocacional, deportes, arte y cultura.

Los centros cuentan con 45 docentes distribuidos en sus sedes: Ipreme (19), Santiago (8), La Vega (7), Hato Nuevo (6), La Romana (4) y Villa Consuelo (1). En total, existen 27 aulas y bibliotecas que apoyan el proceso educativo.

La Dinaia ofrece cursos técnicos en colaboración con el Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional (Infotep) y otras entidades, incluyendo barbería, locución, inglés, pintura, electricidad, artesanías y manualidades. Muchas de las creaciones realizadas por los jóvenes se entregan a sus familias o se exhiben en ferias artesanales del sistema penitenciario.

En los últimos tres años, un promedio de 1,628 adolescentes ha participado en estos cursos técnicos, alcanzando su punto más alto en 2023, con el 31 % del total. Entre los programas con mayor demanda destacan peluquería, repostería, manejo de Office, pintura en tela y elaboración de velas y velones.

En estos centros, hay jóvenes como José que, entre errores y aprendizajes, intentan no rendirse. Sueñan con una nueva oportunidad para cambiar el ritmo de sus vidas.

Al preguntarle qué les diría a otros jóvenes en situaciones similares, aconseja:

«Que aprovechen el tiempo, que piensen claramente lo que quieren, que no se dejen influenciar por lo que otro haga ni por lo que otro diga, que sean ellos mismos» José Interno Ciudad del Niño

Y añade: “A cualquier persona que esté pasando por un momento duro, le digo que no se rinda, todo pasa y las cosas van a mejorar si uno lucha por lo que quiere”.

Falta de medicamentos

Juana Medina, psicóloga de profesión y enfermera en Hato Nuevo, señaló que, aunque ha mejorado la frecuencia en la entrega de insumos por parte de Promese/Cal, el centro continúa enfrentando déficit de medicamentos esenciales para atender a esa población.

Según explicó junto a De los Santos, las entregas llegan cada tres meses, cumpliendo con los plazos establecidos, pero no siempre incluyen los medicamentos solicitados o en cantidad suficiente. “Si solicitamos cien tipos de medicamentos, muchas veces recibimos solo cincuenta o sesenta, y completan con otros que tienen disponibles”, señaló.

La situación ha provocado que, en ocasiones, el centro se mantenga “en baja” o con déficit de fármacos específicos requeridos para atender a los adolescentes.

Medina recordó que la población que atienden incluye adolescentes con historiales de vida complejos, algunos con lesiones de bala, cirugías previas o condiciones producto de su vida en la calle.

Cuando se trata de patologías que no pueden manejar, hospitales externos brindan el servicio, y ya en el centro se trabaja el posquirúrgico o la recuperación.

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