Este artículo fue publicado originalmente en El Día.
Por: Tomás D. Guzmán Hernández
años, el Banco Central de la República Dominicana (BCRD) ha exhibido una nota brillante en el sostén y los avances en la macroeconomía y la solidez del sistema financiero nacional. Esta institución liderada por don Héctor Váldez Albizu es digna de encomio.
Ha sorteado con éxito distintos escenarios producto de los vaivenes de la economía mundial dado los contratiempos de distintas administraciones locales e internacionales cuyos efectos de transmisión son notorios. Para este 2026 nos espera una buena perspectiva para continuar por la senda del crecimiento. Los elementos están dados: una tasa FED más baja y por tanto aquí se esperan disminuciones graduales que faciliten las inversiones y los grandes proyectos del sector privado.
La pregunta es cómo mejorar a arquitectura financiera que evite una crisis de liquidez como la ocurrida en junio de este año. La clave es el comportamiento de la política fiscal. En nuestro caso se espera una mayor eficacia en la coordinación y ejecución del presupuesto en lo referente de la inversión pública. Lograr un régimen cambiario efectivo requiere de controles en el sistema regulatorio que eviten deslizamientos bruscos y que detecte con facilidad los focos de vulnerabilidad temporal dada las inversiones extranjeras y sus repatriaciones.
Tradicionalmente, la regulación tiene tres pilares del sistema financiero: los bancos, los seguros, y los mercados de valores. Este último requiere de mayores impulsos donde los ahorristas inviertan en instrumentos atractivos de corto, mediano y largo plazo. Impulsaría a otro nivel esta importante variable entre agentes económicos.
En fin, estos tres espectros de la intermediación financiera deben funcionar con fluidez ya que un porcentaje importante del crédito se intermedia en los mercados de capitales (originar primero para distribuir después) como fuente de liquidez a disposición de los prestatarios y el riesgo se distribuye entre las entidades con mayor capacidad y voluntad de manejarlo en sus carteras.
Los creadores y distribuidores de productos de créditos titulizados deben ofrecer garantías y transparencia con su público que sostengan con tasas atractivas dentro del mercado y su competencia, esto significa que la seguridad del sistema financiero depende de un mayor número de agentes.
Los fondos comunes de inversión en el mercado de dinero, recaudan y colocan cada vez más fondos a corto plazo. Mientras los bancos de inversión expanden sus operaciones en los bursátiles (lástima que todavía no se percibe así, aunque muchas empresas lo hacen y obtienen fondos de esta manera).
Los hipotecarios han ido creciendo vertiginosamente en los últimos 20 años son el núcleo de creación de activos que sustentan el mercado de activos con títulos respaldado por el sistema (todo dominicano sueña con su vivienda propia y se sacrifica para obtenerla)
Hemos progresado mucho ya que la provisión de servicios tales como los sistemas de compensación y liquidación, las auditorias permanentes de la Superintendencia de Bancos han influido cada vez más a la distribución eficiente y segura de crédito.
Por todas estas razones, es necesario sostener la arquitectura financiera acorde con las nuevas realidades que se van a presentar y que ofrezca la supervisión adecuada para un mundo digital que ya se avecina, que es tendencia a nivel mundial.
Hasta ahora la mayoría de las crisis financieras giran en torno a dos aspectos fundamentales: la calidad del crédito y el exceso de apalancamiento. Las causas son variables, pero son las predominantes. Por eso se requiere de reformas permanentes y duraderas de la arquitectura regulatoria y las técnicas que contrarresten tendencias a la valoración incorrecta del riesgo crediticio y la asunción de apalancamiento excesivos.
La valoración errónea del riesgo crediticio ha disminuido en el país. Los historiales han ayudado en esa dirección mejorando notoriamente la liquidez y solvencia de la banca en general es un fenómeno que explica muy bien la prociclicidad del sistema.
En las buenas épocas, la sensibilidad al riesgo disminuye, mientras en las malas se contrae el crédito y se recorta el gasto, intensificando la volatilidad debido a factores regulatorios y expectativas de los actores económicos. Entonces los prestamistas conceden crédito a tasas superiores que no sucede cuando cambia el ciclo. Las malas épocas se caracterizan por un exceso de precaución ya que los indicadores de riesgo están influidos por las pérdidas recientes y la pérdida de garantías.
Por tanto, para reformar el sistema es importante dejar reflejado los riesgos que existen a lo largo de todo nuestro ciclo económico limitando la prociclicidad un tema cada vez más estudiado por el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea. La mayoría de las soluciones implican mecanismos que alienten a los bancos a acumular más reservas de capital durante las bonanzas para poder absorber pérdidas durante las desaceleraciones sin caer en una espiral destructiva de contracción crediticia.
El autor es economista
La publicación Regulación y supervisión financiera, pilares de la estabilidad macroeconómica apareció primero en El Día.


