Los padres de Asma al Asad, suegros del depuesto presidente sirio Bachar al Asad, abandonaron sin dejar rastro alguno su hogar en el oeste de Londres donde vivieron durante décadas, pero como dice uno de sus vecinos a EFE, «aquí ya no eran bienvenidos por la comunidad«.
La residencia se halla ubicada en una hilera de casas adosadas con jardines delanteros en una zona residencial en Acton (oeste de la capital británica), apartada escasamente de una concurrida vía, donde la tranquilidad y el silencio inundan la atmósfera.
Sin indicios aparentes de estar habitada, los vecinos se abstienen de hacer cualquier comentario sobre la familia que vivía en la vivienda contigua, que según los medios tiene un valor de mercado en torno a un millón de libras (1.2 millones de euros).
“Mucha gente me ha preguntado ya”, dice a EFE una señora mayor ataviada en pijama y zapatillas de casa mientras deposita la basura en su cubo, tras escuchar los nombres de los padres de la hasta ahora primera dama siria, Asma al Asad.
La familia Akhras se estableció en el barrio de Acton, donde Asma nació en 1975 y donde creció bajo el seudónimo de Emma, estudió en la prestigiosa universidad King’s College de Londres y en el año 2000 se mudó a Damasco para contraer matrimonio con Bachar.
Según han publicado medios británicos, Fawaz Akhras, reconocido cardiólogo, y su mujer, Shara Otri, diplomática jubilada, abandonaron el país casi a la par que Al Asad fuese depuesto y se exiliase en Moscú junto a su mujer e hijos, el pasado 8 de diciembre.
“No eran bienvenidos por la comunidad siria, se escondían de ellos. Sobre todo de los que apoyaban la revolución”, afirma a EFE el propietario de uno de los mayores supermercados sirios de la zona, el Damas Gardens.
Alejados de la comunidad
Este distrito occidental de la capital británica alberga una importante comunidad siria, así como de otros países árabes, con comercios, supermercados, barberías, cafés y otros negocios propios.
El secretismo de las puertas vecinas impregna el barrio, donde la mayoría de comerciantes, mecánicos y dependientes no les ha visto últimamente o desconoce su paradero.
A pocas manzanas, un veterano carnicero que regenta Al Beik Butchers sí les recuerda, al mostrarle una fotografía. “Se les veía por aquí hace años. Ahora ya no”, dice mientras atiende el pedido de una mujer.
La ausencia paulatina de la esfera pública del matrimonio coincide en el tiempo con el conflicto interno sirio, que comenzó con una serie de protestas antigubernamentales en 2011 que desencadenaron la represión del régimen de Al Asad.
El sangriento conflicto civil ha causado la muerte de al menos 507,567 personas identificadas, según el último dato del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, que ascienden a 617,910 al incluir a quienes no han sido identificadas.
Centros de detención, ejecuciones extrajudiciales y fosas comunes reveladas tras su caída exponen la violencia que se ejercía durante el mandato autoritario de Al Asad.
Las redes sociales de los rebeldes sirios han mostrado imágenes en los últimos días de las lujosas dependencias del palacio en el que el depuesto líder sirio vivía, muy alejadas de la pobreza en que se halla su país desde hace años, aunque también de la vivienda adosada en la que creció su mujer.
Pese a gozar de la nacionalidad británica, Asma al Asad «no es bienvenida en el Reino Unido«, dijo hace una semana el ministro de Exteriores, David Lammy, en un eco literal del sentimiento predominante entre sus antiguos vecinos de barrio.