El pastor evangélico Johan Manuel Castillo Ortega ya no es “el hermano Johan”: es un condenado a 10 años de prisión por agredir sexualmente a seis niñas y adolescentes en Los Alcarrizos.
El Cuarto Tribunal Colegiado de Santo Domingo Oeste aceptó las pruebas del Ministerio Público y le puso números al daño: 10 años, RD$100,000 de multa al Estado y RD$1,000,000 de indemnización a las víctimas. Seguirá encerrado en Najayo-Hombres.
La denuncia
No hubo revelación mística. Fue una denuncia. El 3 de junio de 2024, una madre recibe una llamada desde Estados Unidos: su prima le dice que su hija rompió el silencio y acusó al pastor. Al día siguiente, la mujer va a la policía y deja constancia. El 6 de junio, agentes ejecutan la orden de arresto.
Sale de casa con ese nerviosismo que nunca ha sentido. Sus hijas nunca le habían dicho que fueron agredidas sexualmente.
Llega a la Policía y explica que la noche anterior, “siendo las 08:00 horas de la noche, su prima D. la llamó desde los EE. UU., y le dijo que su hija D. C. M. (16 años) le confesó que el pastor Yoan Castillo y/o Johan Manuel Castillo Ortega abusó sexualmente de ella”, como indicaba el informe.
Antes de la detención del acusado por presuntas agresiones sexuales, se producen algunos acontecimientos. Uno de ellos es la entrevista de la licenciada Johanna Calderón, psicóloga forense, a las dos menores.
Tras poner la denuncia, la madre deja a sus hijas en manos de la justicia para que las entrevisten. D.F.R.M. se dirige por un pasillo hacia una estancia en la que la doctora Calderón le invita a sentarse.
Ella, inocente, de 17 años, expresa que “la primera vez que él la tocó le entró la mano por el zipper, que ella tenía un pantalón jeans y una blusa, que ella no dijo nada, ni él tampoco, que tenía como 11 años, que él era el pastor de la iglesia, que pasó como cuatro o cinco veces, en la misma iglesia, que la llegó a penetrar un poco como tres veces”.
D.F.R.M. también explicó que todo eso “pasaba abajo, en el sótano, que había gente, pero arriba, que la agarró, le tapó la boca, la estaba forcejeando, e intentó violarla, que después de eso solo le tocaba los senos, las nalgas, le daba besos en el cuello y en los buches, que duró desde los 11 hasta los 13 años tocándola”.
Durante la entrevista de su hermana mayor, N.F.Y.M. estaba esperando su turno. Después de un rato de espera, finalmente le toca declarar.
N.F.Y.M. entra a la sala y se sienta en la misma silla. Calderón puede intuir a lo que se enfrenta y empieza a hacer preguntas, pero esta vez con más atención, porque la entrevistada solo tiene 13 años.
La menor expresa que el pastor Johan Manuel Castillo “le ponía la mano en su parte íntima, en la vagina, que eso pasaba en la iglesia, que también la ponía a sobarle el pene, que la sobaba varias veces a ella. Ella tenía como 10 años cuando él comenzó a sobarla, que se lo hizo a una amiga de ella que se llama M. y a su prima, que nunca le dijo a su hermana, pero a veces se sentía rara, porque él ponía a su hermana a hacer muchas cosas”, tal y como aparece en el informe policial.
El expediente
El expediente armado por la fiscal de investigación Olivia Sosa indica que «el hermano Johan» aprovechaba su rol en la Iglesia Libre y la confianza de las familias para acosar, tocar e intimidar a niñas y adolescentes de la congregación.
Y fue más allá, de acuerdo con el Ministerio Público, también agredía sexualmente a las niñas que visitaban su casa cuando iban a jugar con sus hijas, a quienes les mostraba sus genitales, les colocaba películas pornográficas y les hacía insinuaciones indecorosas.
La mecánica no necesitó violencia espectacular: aislar, cerrar la puerta, callar. A veces en el sótano del templo; otras, en su casa, cuando las pequeñas visitaban a sus hijas. El expediente menciona exhibicionismo, insinuaciones y el uso de material pornográfico.
En sala, los fiscales Sugely Valdez, Francheska Alcántara y Nicasio Pulinario fueron apilando piezas: entrevistas forenses, testimonios, actuaciones policiales. Dos víctimas aún menores; cuatro, ya adultas, dos de ellas cumplieron la mayoría de edad mientras el caso avanzaba. Una de las denunciantes dijo haber sido atacada a los siete años. La defensa intentó desmontar la acusación, pero no pudo.
Los jueces Julio de Los Santos Morla, Sandra Josefina Cruz Rosario y Clara Yoselin Rivera Franco firmaron el veredicto.
Cómo operaba el poder
El documento judicial pinta a un hombre que sabía quién dependía de él, dónde y a qué hora. El hombre abusó de la fe y la confianza de la comunidad para cometer los hechos.
El Ministerio Público enmarcó los hechos en los artículos 330, 333 y 309-1 del Código Penal, y los 12, 18 y 396 (B y C) de la Ley 136-03 sobre protección de niños, niñas y adolescentes, que es lo mismo que agresiones sexuales, acoso, maltrato contra personas especialmente protegidas por su edad.
La grieta entre el púlpito y el piso
Están los domingos, el saludo al pastor, los “Dios te bendiga”. Y abajo, el sótano. En la liturgia todo suena a ética; en los pasillos, manda el silencio. El caso Castillo no es un episodio aislado en el planeta. Es un manual: un adulto con capital simbólico, acceso a niñez, un espacio cerrado y una red de lealtades que lo protegen por inercia. Cuando una víctima habla, se mueve el andamiaje: otra recuerda, otra reconoce el patrón, otra se anima. La verdad se propaga como eco.
Lo que dijo el tribunal, con nombres y apellidos:
- Condenado: Johan Manuel Castillo Ortega.
- Delitos: agresiones sexuales contra seis víctimas (dos menores de edad al momento de los hechos).
- Pena: 10 años de prisión; RD$100,000 de multa al Estado; RD$1,000,000 de indemnización a favor de las víctimas.
- Jueces: Julio de Los Santos Morla, Sandra Josefina Cruz Rosario, Clara Yoselin Rivera Franco.
- Fiscalía actuante: Sugely Valdez, Francheska Alcántara, Nicasio Pulinario; investigación a cargo de Olivia Sosa.
- Centro de reclusión: CCR Najayo-Hombres (San Cristóbal).
Epílogo sin redención
Una iglesia es un edificio. Un pastor es un hombre. La fe no inocula contra el abuso; a veces lo disfraza. La sentencia en Santo Domingo Oeste no es un trofeo para nadie: es la constatación de que seis niñas y adolescentes no estaban a salvo donde debieron estarlo. El sótano sigue ahí. Las reglas también. La diferencia es que, desde hoy, hay expediente, hay fallo y hay nombre.
Lo demás —la prevención, la reparación, el cambio de prácticas— no vendrá por decreto. Se construye con más preguntas y menos silencios. Y con una idea simple, brutal y urgente: ningún púlpito, ningún título, ningún “hermano” está por encima del cuidado de la niñez.