Nobel de Química 2020 para las creadoras de las «tijeras genéticas»

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No hay tijera más afilada ni herramienta más precisa. Tanto, que puede transformar la vida desde su propia esencia, algo simplemente inconcebible hasta hace muy poco. El Nobel de Química de 2020 ha premiado este año a la francesa Emmanuelle Charpentier y la estadounidense Jennifer Doudna, las creadoras de las revolucionarias «tijeras genéticas» CRISPR / Cas9, por «reescribir el código de la vida». Esta técnica revolucionaria, dicen desde la Real Academia de las Ciencias sueca, permite cortar y pegar el ADN a voluntad y editar cualquier forma de vida con una sencillez, rapidez y eficacia extraordinarias. Entre su potencial, el de mejorar cultivos e incluso resucitar especies. Pero lo que es más emocionante, esta tecnología contribuye al desarrollo de nuevas terapias contra el cáncer y puede hacer realidad el sueño de curar enfermedades hereditarias.

Los nombres de Charpentier, bioquímica y microbióloga de la Unidad Max Planck para la ciencia de los patógenos en Berlín, y Doudna, profesora de química y biología molecular en la Universidad de California, Berkeley (EE.UU.), sonaban en la quiniela de los Nobel desde hace años. Era un premio seguro, solo era cuestión de tiempo que llegara. De hecho, recibieron el Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2015 por estos mismos logros. Junto al de estas dos mujeres también sonaba con fuerza un nombre español, el del biólogo de la Universidad de Alicante Juan Francisco Martínez Mojica, quien lamentablemente no ha sido reconocido por la academia sueca. Este investigador descubrió que las bacterias tienen su propio sistema inmune, hallazgo que abrió la puerta a esta revolucionaria máquina de manipulación genética.

Como muchas veces suele ocurrir en la ciencia, el descubrimiento de estas tijeras genéticas fue inesperado. Durante los estudios de Charpentier sobre Streptococcus pyogenes , una de las bacterias que más daño causa a la humanidad, descubrió una molécula previamente desconocida, tracrRNA. Su trabajo mostró que es parte del antiguo sistema inmunológico de las bacterias, CRISPR / Cas, que desarma los virus al escindir su ADN.

Charpentier publicó su descubrimiento en 2011. El mismo año, inició una colaboración con Doudna, con un vasto conocimiento del ARN. Juntas, lograron recrear las tijeras genéticas de las bacterias en un tubo de ensayo y simplificaron sus componentes moleculares para que fueran más fáciles de usar.

En un experimento que hizo época, un año después reprogramaron las tijeras genéticas. En su forma natural, las tijeras reconocen el ADN de los virus, pero estas investigadoras demostraron que podían controlarlas para poder cortar cualquier molécula de ADN en un sitio predeterminado. Y donde se corta el ADN, es fácil reescribir el código de la vida.

Desde entonces, el uso de esta herramienta se ha disparado y es posible cambiar el código de la vida en cuestión de semanas. Ha contribuido a muchos descubrimientos importantes en la investigación básica y se han desarrollado cultivos que resisten el moho, las plagas y la sequía. En medicina, se están realizando ensayos clínicos de nuevas terapias contra el cáncer, y quizás pronto sea posible curar enfermedades hereditarias. «Estas tijeras genéticas han llevado las ciencias de la vida a una nueva época y, en muchos sentidos, están aportando el mayor beneficio a la humanidad», aseguran desde Estocolmo.

El pasado año, el Nobel de Química premió al estadounidense John B. Goodenough, el británico Stanley Whittingham y el japonés Akira Yoshino, por el desarrollo de las baterías de ion-litio recargables, presentes en cualquier dispositivo inalámbrico actual, desde los teléfonos móviles a los ordenadores portátiles que utilizamos a diario. La creación de esta batería potente y ligera puede hacer posible «un mundo libre de combustibles fósiles», explicaban desde Estocolmo.

Esta edición de los Nobel se abrió el lunes con el de Medicina, otorgado a dos científicos estadounidenses, Harvey J. Alter y Charles M. Rice, y uno británico, Michael Houghton, por el descubrimiento del virus de la hepatitis C. Este hallazgo facilitó el desarrollo de «nuevos medicamentos que han salvado millones de vidas», en palabras del jurado.

Ayer martes se otorgó el Nobel de Física, que reconoció el trabajo de tres investigadores de los agujeros negros. El británico Roger Penrose logró relacionar estos objetos exóticos con la teoría general de la relatividad de Albert Einstein, mientras que el alemán Reinhard Genzel y la estadounidense Andrea Ghez descubrieron uno supermasivo en el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea. (Abc.es)

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